lunes, 30 de abril de 2018

"The Young Turks' Crime Against Humanity", de Taner Akçam

Ya hace más de un siglo que se perpetró el genocidio contra los armenios en el Imperio Otomano y su heredera, la República de Turquía, sigue negando que haya habido una política deliberada de exterminio y limpieza étnica. El autor tuvo acceso a documentación otomana y, a pesar de que mucha fue destruida durante y después de la primera guerra mundial, ha logrado poner en evidencia los lineamientos fundamentales de las instrucciones para la deportación forzada, la masacre de más de un millón de armenios y la islamización y turquificación de niños sobrevivientes. 
Con el ascenso al poder de los llamados "Jóvenes Turcos", miembros del Comité de Unión y Progreso (CUP), se inició un proceso de modernización que, en principio, buscó crear un régimen constitucional que abarcara a todos los componentes del Imperio, pero que luego viró hacia una política de homogeneización etno-religiosa que buscó la turquificación del Imperio. La anexión de Bosnia-Herzegovina por parte de los austríacos en 1908, la guerra ítalo-turca de 1911 por Libia, la primera guerra balcánica de 1912, en la que los turcos quedaron reducidos a la península de Tracia en Europa, marcaron el cambio de rumbo del CUP. Ya antes de la primera guerra mundial, fueron delineando lo que sería la turquificación, con la deportación y expulsión de los griegos que habitaban 
las costas del Egeo.
Deportación de griegos
Como consecuencia de las guerras balcánicas, aproximadamente 300.000 griegos que habitaban en Tracia y la costa del Egeo fueron expulsados. Las autoridades otomanas se cuidaron bien de aparecer involucradas aun cuando de la documentación oficial queda en evidencia que seguían de cerca la situación: se reportaban ataques de pobladores o inmigrantes musulmanes recién llegados, como si fuesen actos espontáneos. La violencia contra los griegos y los saqueos contra sus viviendas empujaban a estos pobladores hacia el exilio. A esto se sumaba el boycott musulmán hacia los comercios griegos, en 1913 y 1914, alentado por el gobierno otomano. Si bien se habían realizado tratados de intercambio de población con Bulgaria y Grecia, estos quedaron truncos por el inicio de las hostilidades en 1914. Las autoridades del CUP consideraban a estas minorías religiosas como "tumores" que ponían en peligro la integridad del Imperio, y por ello movieron por la fuerza a los griegos al interior de la península al considerarlos como potenciales enemigos, sólo para expulsarlos al finalizar la conflagración en los años veinte, tras la llamada "guerra de independencia turca". 
Subraya el autor que varios de los organizadores de la expulsión de los griegos, luego formaron parte de la política de exterminio de los armenios, además de la denominada "Organización Especial".
El estallido de la Gran Guerra y la participación del Imperio Otomano junto a Alemania y Austria-Hungría, marcó la aceleración de la ingeniería social de la turquificación: limpieza étnica, genocidio y asimilación para homogeneizar la península de Anatolia, núcleo central del Imperio. 
Deportación de armenios
La turquificación apuntaba a la asimilación lingüística de los musulmanes no turcos (kurdos y árabes), y a la limpieza étnica, exterminio y asimilación de los no-musulmanes, como eran los armenios, griegos, cristianos siríacos y nestorianos. Los armenios, mayormente concentrados en la región oriental de la península de Anatolia, y que también habitaban en el Imperio Ruso y en menor medida en el Persa, no sólo era una minoría nacional y religiosa, sino también un óbice en la expansión otomana hacia el Cáucaso y Asia Central que se interponía en los proyectos del panturquismo, la fusión de todos los pueblos turcomanos en un área étnicamente homogénea.
Por pedido expreso del Imperio Alemán, el gobierno otomano cesó en sus acciones contra la población griega y la transportó hacia el interior de la península. Alemanes y austríacos temían que Grecia ingresara en la guerra a favor de los aliados occidentales, por lo que debían procurar que se mantuviera neutral durante el conflicto. Los armenios que vivían en el Imperio Otomano, en cambio, no tenían una Armenia independiente que pudiera negociar por su supervivencia. Los griegos que aún vivían en el Imperio Otomano fueron trasladados al interior; no obstante, y más allá de las consideraciones militares, era claro que el gobierno turco no pensaba en devolverlos a sus lugares de origen después del conflicto bélico, ya que esas propiedades fueron entregadas a los musulmanes refugiados. La decisión, pues, se había tomado mucho antes de que Grecia ingresara en la guerra, a mediados de 1917.
Los armenios habían logrado, pocos meses antes de la guerra mundial, que el Imperio Ruso lograra del gobierno otomano un acuerdo de reforma armenia, al que los turcos veían similar a los que llevaron a la pérdida de los Balcanes. De allí, pues, que el autor viera en este compromiso un sello letal para los armenios al iniciarse la conflagración. 
En la noche del 23 de abril de 1915 se inició la política de deportación de los armenios hacia los desiertos en Siria e Irak, en convoyes estrictamente vigilados y coordinados por el poder central. Eran llevados a campos de concentración en donde muchos morían por inanición y enfermedades, así como muchos hombres eran masacrados en la etapa previa. Los niños menores de diez años eran llevados a orfanatos en donde eran islamizados y entregados a familias musulmanas, de modo que perdían su identidad etno-religiosa. Las mujeres adolescentes y jóvenes eran forzadas a contraer matrimonio con hombres musulmanes que vivían en aldeas, cortando con sus antiguos lazos y forzadas a asimilarse. Muchos niños fueron esclavizados con fines sexuales, así como se reportaron numerosas violaciones y mujeres entregadas a prostíbulos y harenes de los oficiales. 
La regla de la ingeniería social de repoblación y turquificación establecía que las minorías no podían superar el 10% en un entorno turco, de modo que esta política incluía el exterminio deliberado y sistemático de más de un millón de armenios. Para borrar la identidad cultural se asesinó a las figuras intelectuales y religiosas que podían preservar el patrimonio armenio. 

Fosas con víctimas armenias
Los soldados armenios fueron obligados a la conversión al Islam y se les adjudicaron nuevos nombres. También hubo conversiones al Islam por parte de civiles, con el claro objetivo de sobrevivir, aunque igualmente fueron deportados a entornos en donde estaban aislados y monitoreados. Sin embargo, fueron pocos los que se autorizó su conversión, ya que las autoridades otomanas desconfiaban de ellos. 
La limpieza étnica implicaba el repoblamiento de las antiguas regiones armenias por refugiados musulmanes provenientes de los Balcanes, que a su vez debían ser también turquificados. Los viejos nombres armenios eran borrados y se establecían denominaciones turcas, a fin de borrar el pasado. En este proceso, hubo pérdida de propiedades de bienes muebles e inmuebles.
El autor, como buen historiador, provee la documentación que avala el libro. Es documentación oficial del Imperio Otomano, que supo combinar con maestría con las fuentes alemanas y estadounidenses. A pesar de todos los intentos de negacionismo por parte de las entonces autoridades otomanas y las de la República de Turquía, las evidencias de que hubo un plan sistemático de exterminio son abrumadoras. Esta obra provee nuevas perspectivas al estudio de los genocidios en general, y al de los armenios en particular.

Taner Akçam, The Young Turks' Crime Against Humanity: The Armenian Genocide and Ethnic Cleansing in the Ottoman Empire. Princeton, Princeton University Press, 2012.