Paula Alonso escribió, hace algunos años atrás, un excelente libro sobre la Unión Cívica Radical intitulado Entre la revolución y las urnas, sobre la etapa inicial de ese partido político argentino. Ahora nos brinda una historia de los comienzos y desarrollo desde el poder, desde 1880 a 1892, del Partido Autonomista Nacional en su libro Jardines secretos, legitimaciones públicas.
Esta fuerza política surgió de la fusión del Partido Nacional -creado por Nicolás Avellaneda con restos del federalismo para alcanzar la presidencia- y del Partido Autonomista, de Adolfo Alsina. Tras la inesperada muerte del segundo, los autonomistas se volcaron hacia la ascendente figura del entonces ministro de Guerra, el joven general Julio Roca, que con su concuñado Miguel Juárez Celman -ministro de Gobierno en Córdoba- fueron tejiendo una densa urdimbre de conexiones políticas en el interior del país para llegar a la primera magistratura en 1880.
Tras vencer en el campo de batalla a los sectores porteñistas que se negaban a la federalización de la Ciudad de Buenos Aires, entonces capital de la provincia homónima, y que se habían nucleado en torno a la candidatura del gobernador Carlos Tejedor, Julio Roca desarrolló una activa política que se desplegó en todas las provincias de la Argentina. Sin oposición parlamentaria, el roquismo compitió en el seno del PAN con el rochismo -de Dardo Rocha, nuevo gobernador de la provincia de Buenos Aires y serio aspirante a suceder a Roca en 1886-, con el irigoyenismo -de Bernardo de Irigoyen, ministro del Interior de Roca, un jurista de destacada trayectoria y que también tenía ambiciones presidenciales para 1886- y el juarismo, capitaneado por Miguel Juárez Celman -fue gobernador de Córdoba y luego senador nacional.
Es sumamente interesante cómo Paula Alonso reconstruyó mediante el uso de fuentes documentales -porque así se hace el trabajo del historiador, es preciso recordarlo- la pugna interna dentro del Partido Autonomista Nacional. El rochismo fue una fuerza significativa y que seriamente amenazó las posibilidades de que Roca influyera en el nombre de su sucesor, y es por ello que buena parte de sus energías se enfocaron en debilitar al gobernador bonaerense. En este contexto es que debemos leer, en gran medida, la creación del peso como moneda nacional, en detrimento de la moneda bonaerense que circulaba con el respaldo del Banco de la Provincia de Buenos Aires, entre otras políticas que tendieron a la centralización.
Para derrotar al rochismo y, en menor medida, al irigoyenismo, Roca se alió con Juárez Celman y fue de este modo como el cordobés llegó a la presidencia en 1886. Paula Alonso nos recuerda que Rocha libró una batalla importante en la arena electoral, llegando a crear el Gran Comité Argentino, que hubiera sido -de haber prosperado- una pujante fuerza política opositora al roquismo. No obstante, y gracias al control de los fondos públicos, el presidente Roca logró que el PAN consagrara a Juárez Celman y mantuvo un férreo control del partido en los primeros meses de la nueva presidencia, aspirando a controlarla en los próximos años para arribar, en 1892, a un segundo período.
Roca supuso que el apoyo de los gobernadores habría de perdurar. Tras su periplo por Europa, al retornar halló que estos mandatarios provinciales se habían alineado en su enorme mayoría con el presidente Juárez Celman. Y es que el nuevo primer magistrado utilizó dos herramientas fundamentales: la concesión de nuevas vías férreas -el modo de transporte que unía al comercio internacional- y la creación de los "bancos garantidos", que significaba que cada banco estatal provincial podía emitir billetes con el solo respaldo de bonos de la tesorería nacional. De este modo, los gobernadores contaron con la posibilidad de emitir billetes para contratar nuevos empleados públicos, otorgar créditos baratos a sus amigos y aliados, y construir nuevos edificios gubernamentales. Muchas provincias argentinas, tanto entonces como hoy, son incapaces de generar sus propios recursos debido a la interferencia estatal, la corrupción y a la inercia centenaria de estructuras de prebendas y clientelismo. Estas emisiones de pesos llevaron al alza del oro y volvieron al país incapaz de pagar sus abultadas deudas en el exterior. El colapso económico y la soberbia de los "incondicionales" al presidente, que en 1889 habían proclamado la candidatura de Ramón Cárcano a la presidencia para 1892, llevaron al despertar de las fuerzas opositoras. Primero, reunidas por el joven abogado entrerriano Francisco Barroetaveña, de arraigadas ideas liberales, en la Unión Cívica de la Juventud. Luego, ampliado el arco político hacia figuras de trayectoria, se llamó Unión Cívica y aglutinó a personas como Bartolomé Mitre, Leandro Alem, Bernardo de Irigoyen y Vicente Fidel López, entre otros.
El fallido intento revolucionario de la Unión Cívica generó el desplome de Juárez Celman y el ascenso de Carlos Pellegrini -el vicepresidente-, Julio Roca y el general Levalle, ministro de Guerra. En agosto de 1890, Juárez Celman debió renunciar ante la imposibilidad de formar un nuevo gabinete de ministros.
Roca y Pellegrini habían renunciado a la posibilidad de ser candidatos a la presidencia para 1892. Roca intentó, en vano, lograr un Acuerdo con la Unión Cívica en torno al binomio Mitre-Uriburu. La fracción liderada por Bernardo de Irigoyen y Leandro Alem rechazó cualquier acuerdo con el Partido Autonomista Nacional, y crearon entonces la Unión Cívica Radical. Bartolomé Mitre, ante esta ruptura, también renunció a su candidatura. Pero el factor más temible venía por el resurgimiento del juarismo con el Partido Modernista que impulsaba al joven Roque Sáenz Peña y Manuel Dídimo Pizarro.
En resumen, lo considero un libro indispensable para quien quiera conocer y comprender el pretérito argentino durante el siglo XIX. El libro está bien escrito y mejor documentado, la autora no cae en los falsos y procaces maniqueísmos de buscar "culpables" y ensalzar héroes incomprendidos, sino que busca la comprensión de una época para que el lector pueda aprender y reflexionar. Y es que la autora no escribió para la tribuna, sino para lectores inteligentes.
Alonso, Paula, Jardines secretos, legitimaciones públicas. Buenos Aires, Edhasa, 2010. ISBN 978-987-628-107-2
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