Trostki es la tercera biografía que escribió Robert Service sobre los líderes fundacionales de la Unión Soviética, siendo anticipada por las de Lenin y Stalin. Al igual que en sus obras anteriores, combina una excelente pluma con el acompañamiento de documentos que avalan el texto. De este autor, ya he comentado aquí su libro Camaradas.
Trotski fue un activo miembro de grupos revolucionarios desde su juventud, primero como simpatizante de los narodnik y, luego, marxista en la Rusia imperial. Adhirió al Partido Socialdemócrata Obrero Ruso pero, en el momento de su división entre bolcheviques y mencheviques, no optó por ninguna de estas fracciones, sino que aspiró a reunificar a esta corriente política clandestina. Su personalidad, sin embargo, lo aisló del resto de sus compañeros de ruta, ya que su altivez y pretensiones de superioridad intelectual generaban rispideces con el resto de los marxistas.
Deportado a Siberia, huyó y abandonó a su familia para exiliarse en Europa central y occidental, para pasar luego a los Estados Unidos. Nunca cursó estudios formales y fue siempre un autodidacta, lo que no le impidió ser un formidable activista a través del periodismo y la tribuna, famoso por sus dotes oratorias. Así como participó en la formación de los soviets en la revolución de 1905, volvió a Rusia en 1917, cuando se formó un gobierno provisional que sustituyó al régimen zarista durante la primera guerra mundial.
En estas nuevas circunstancias, se unió a los bolcheviques quienes, debido a sus anteriores veleidades de personaje independiente, lo miraron con resquemor. No obstante, ocupó el importante cargo de comisario del pueblo para los asuntos exteriores, posición en la cual negoció el tratado de Brest-Litovsk con las fuerzas militares alemanas. Luego organizó el Ejército Rojo, en donde desplegó sus dotes de estratega militar, haciéndose célebre por su espíritu marcial y su trato implacable para con sus enemigos y, también, con los propios. Service nos recuerda que Trotski se convirtió entonces en una figura de magnitud a la par de Lenin, lo que volvió a despertar temores en el resto del partido bolchevique en el poder.
Trotski, al igual que muchos otros marxistas rusos, estaba convencido de la inminencia de una ola de revoluciones socialistas en el resto de Europa, comenzando por Alemania. Pero estas fracasaron: los espartaquistas en Alemania, Béla Kun en Hungría, la república soviética en Baviera. Curiosamente, fue Stalin el único que no cultivó dichas esperanzas en el seno del consejo de comisarios del pueblo (Sovnarkom): la paradoja es que él nunca residió fuera del imperio Ruso, a diferencia de Lenin y Trotski, pero intuyó mejor qué era lo que ocurría allende las fronteras.
Si bien Lenin había volcado sus preferencias primero por Stalin, resulta claro que luego su personalidad le despertó temor y se mostró favorable a Trotski. Sin embargo, Stalin fue lo suficientemente hábil para tejer una vasta red de alianzas dentro del hegemónico partido para ir desplazando, poco a poco, a todos sus posibles competidores. Trostski, pues, no sólo se vio privado de su posición en el Sovnarkom, sino que fue siendo marginado de toda función, a pesar -o quizás debido a- su fama internacional. La querella ideológica con Stalin fue, en rigor, de escaso valor intelectual. Ambos anhelaban el fortalecimiento de la Unión Soviética, en profundizar sus aspectos totalitarios y en lograr manipular al partido en su favor. Trotski sucumbió por sus propias limitaciones personales y jamás demostró preocupación por la censura y la represión contra quienes no eran bolcheviques, así como jamás tuvo contemplaciones en la implantación del terror rojo durante la guerra civil. No era, pues, una disputa de ideas, sino una simple rivalidad entre dos aspirantes a líderes totalitarios.
Finalmente, emprende la etapa del exilio en Turquía, Francia y México. Vivió durante esos años de cobrar derechos de autor por sus libros y mantuvo la ficción de su IV Internacional, hasta que fue asesinado por un sicario de la URSS con un piolet en la cabeza.
Service exhibe con claridad la personalidad obsesiva, cruel y metódica de Trotski, un personaje al que muchos han elevado a la categoría de leyenda. Un libro imprescindible para comprender la revolución bolchevique.
Robert Service, Trotski. Barcelona, Ediciones B, 2010. ISBN 978-84-666-4568-3
La moraleja, por supuesto, es que a todo Trotski le llega su piolet o, por cada Trotski hay siempre un Mercader con piolet dentro del sobretodo.
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