Rojo y negro, de Stendhal, es una obra maestra del siglo XIX. Su protagonista, el joven Julien Sorel, representa las aspiraciones de ascenso social en tiempos de la Restauración borbónica en la Francia posnapoleónica, siendo él hijo de un carpintero en el Franco Condado.
Julien Sorel, a diferencia de sus hermanos, era aficionado a la lectura y frecuentó al médico local y al cura párroco. El primero le transmitió su fascinación por el emperador Napoleón, en tanto que el segundo creyó encauzarlo por el camino de la fe católica, con la esperanza de convertirlo en sacerdote.
Lo cierto es que Julien Sorel no tenía creencias religiosas, pero tenía una memoria prodigiosa y había memorizado partes extensas de la Biblia, así como había logrado conocimientos de latín. El prefecto de Verrières, el señor Rȇnal, lo contrató como instructor de sus hijos para demostrar su riqueza en el medio rural. Con lo que no contaba este hombre, es que Julien Sorel logrará seducir a su esposa, la señora Rȇnal. El joven Sorel sabrá ocultar sus simpatías napoleónicas en un hogar legitimista y, gracias a su astucia, logrará ser enviado al seminario de Besançon cuando en Verrières comience a circular el rumor de su romance con la señora Rȇnal.
En el seminario aprenderá que sus artes del mundo profano son inútiles, y sufrirá duras lecciones para adaptarse a los nuevos códigos en un mundo también de pequeñas y grandes ambiciones, alejadas de la espiritualidad. Gracias a Pirard, su protector y Abad en Besançon, logrará colocarse en París en el palacio del marqués de La Mole como secretario particular de este gran aristócrata.
Allí comenzará una nueva etapa en su vida, en la cercanía a importantes personajes de la aristocracia y la Corte. Demostrará su mérito e inteligencia al marqués, a la par que despertará el amor en Matilde de La Mole.
La psicología del protagonista es compleja: juega con los sentimientos de quienes lo rodean, disimula sus verdaderas intenciones y aprovecha su encanto personal e inteligencia para abrirse camino en una sociedad marcada por la jerarquía y el miedo a una nueva ola revolucionaria. Las circunstancias son aún más interesantes cuando añadimos que la segunda parte se desenvuelve en 1830, en medio de las intrigas que llevaron a la caída del último rey Borbón francés, Carlos X. Si se tienen conocimientos elementales de la historia francesa del siglo XIX, se disfrutará aún más. El modelo prometeico de Napoleón Bonaparte, en su fulgurante ascenso a la cima social, estaba vivamente presente en el imaginario simbólico de la Francia decimonónica, y así lo deja sentir Stendhal en sus páginas.
El libro puede comenzar en forma tediosa o desordenada, pero luego comienza a fluir con naturalidad en el correr de los capítulos. El final, trágico, nos lleva a reflexionar sobre la identidad de este joven que buscó, en medios de los senderos tortuosos de la hipocresía, un camino para sobresalir.
Stendhal, Rojo y negro.
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