Una buena biblioteca es un santuario de amistad. Hay allí amigos con los que se conversa con frecuencia, o bien aquellos que, sin perder la intensidad, uno los encuentra con mayor distancia en el tiempo. Sea como fuere, se sigue uno nutriendo con esa conversación silenciosa que es la lectura, descubriendo un nuevo libro cada vez que se adentra en esas páginas. Porque uno cambia y, en esa mutación nos acompaña el libro.
Uno de esos amigos, que a uno lo hacen pensar, reír y maravillar, es Franz Kafka y, en esta ocasión, con su novela América.
El protagonista es un adolescente de apenas dieciséis años, Karl Rossmann, un alemán de Praga que es enviado a los Estados Unidos por sus padres, al tener un niño con el ama de llaves. Inexperto e ingenuo, atravesará no sólo la peripecia de conocer inesperadamente a un tío que había logrado progresar económicamente, sino que descenderá a su propio infierno, al tropezar con otros inmigrantes que ansiaban enriquecerse a toda costa, como el francés Delamarche y el irlandés Robinson. El clima hostil, la atmósfera de creciente anonimato en una sociedad de masas marcada por un utilitarismo atroz y embrutecedor, la arbitrariedad y un mundo de códigos que ignora, se despliegan en torno al joven que procura encontrar un lugar en la sociedad a la que llega. Rossmann descubre qué es el siglo XX, la centuria de la banalidad rampante, del abandono de la cultura clásica, del desprecio a los valores humanos fundamentales.
Franz Kafka, América. Madrid, Alianza.
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