domingo, 29 de octubre de 2017

"The Fall of France, 1940", de Andrew Shennan.

Esta obra se adentra en un período problemático para la historia de Francia, como fue su derrota rápida ante la invasión alemana, la división del país por las fuerzas ocupantes y el establecimiento del régimen colaboracionista del Mariscal Pétain, con capital en Vichy. El autor señala el paralelismo que la sociedad gala quiso ver con el ataque de 1914, anhelando creer en la capacidad de contención de las fuerzas teutónicas. No obstante, el ejército francés debió retroceder ante el empuje de la blitzkrieg alemana. Al gobierno del primer ministro Paul Reynaud se sumó el Mariscal Pétain -héroe militar de la Gran Guerra- como viceprimer ministro, pero esta incorporación de emergencia no rindió frutos. Las alternativas que se barajaron fueron la fusión con Gran Bretaña, el traslado del gobierno a Argelia o bien la resistencia en la península de Bretaña, mientras cientos de miles de franceses emprendían el éxodo hacia el sur. En esta huida se manifestaron, también, los rasgos más horribles de la miseria humana: niños abandonados, mascotas olvidadas a la vera de los caminos, familias desperdigadas, rapiña y pillaje en los pueblos. Los códigos morales fueron dejados a un lado ante el avance del ejército alemán, en un ambiente de creciente descomposición.
Tras la renuncia de Reynaud, Pétain asumió y rubricó el armisticio, y el parlamento francés le entregó la suma del poder. El país se fragmentó en una zona ocupada por los alemanes y bajo su directa administración, tomando París y las costas del canal de La Mancha y del Atlántico. El Estado Francés -la República se disolvió- instaló su capital en Vichy, lejos de los grandes centros urbanos como Lyon, y ocupó un tercio del país. Alsacia y Lorena fueron anexadas a Alemania, en tanto los invasores crearon una zona prohibida que también habrían de anexar y poblar con germanos. Así, fue Charles de Gaulle la única figura que mantendría la llama de la Francia Libre, desde Londres y sus transmisiones en la BBC, sin que ningún personaje político de envergadura lo acompañara en los primeros momentos en el exilio.


El gobierno instalado en Vichy se autodenominó "Revolución Nacional" y, tras borrar las instituciones del parlamentarismo de la Tercera República francesa, comenzó su camino hacia una sociedad corporativista, jerárquica y tradicional, en sintonía con el integrismo católico de la época, así como se aproximó al modelo fascista. Convivían allí varias corrientes del nacionalismo, el tradicionalismo y el fascismo francés. Para contraponerse al régimen republicano, se juzgó en la ciudad de Riom, con una Corte Suprema creada a tal efecto, a los líderes depuestos. El resultado fue, inesperadamente, que la Tercera República se fue rehabilitando a los ojos de los franceses. El régimen de Vichy era, también, de carácter antisemita y fue estableciendo crecientes obstáculos a la vida de los judíos. Cuando se inició la tenebrosa etapa de la "solución final" para el exterminio de la población judía europea, las autoridades colaboraron en la deportación hacia los campos de aniquilamiento, siendo el traslado al Velodrome d'Hiver uno de los episodios más recordados de aquella política genocida. El "Estado Francés" de Vichy buscaba acomodarse a lo que creía -y quería creer- que era el futuro inevitable: un nuevo orden con la hegemonía de Hitler. Su colaboración no sólo era por proximidad ideológica al régimen nazi, sino también como un acto colectivo de contrición por la derrota frente a la invasión alemana. Señala el autor que los testigos de la época remarcan que en territorios de Vichy, la vida era un poco más desahogada que en las zonas directamente controladas por los alemanes. Pero con la recuperación de los Aliados del norte de África y el desembarco en Italia, también los germanos ocuparon el sur de Francia, volviendo a unificar el país. 
Andrew Shennan rastrea las actitudes equívocas del Partido Comunista francés en el período: declarado ilegal por Daladier tras la rúbrica del Pacto Ribbentrop-Molotov en agosto de 1939, la pasividad del PC hasta 1941, el protagonismo sobreactuado en la Resistencia desde 1941 hasta la Liberación. Instrumento dócil de la política exterior soviética, se fue acomodando y rearmando su narrativa de acuerdo a las circunstancias dictadas por Moscú.
Para la Francia Libre del general De Gaulle, el Estado Francés era ilegítimo, a pesar de que el parlamento le había otorgado plenos poderes a Pétain. La esencia de Francia estaba en la Francia Libre, y a partir de este axioma construyó su narrativa para legitimarse frente a Vichy. Las derrotas del Eje, la creciente presión sobre Vichy para que enviara recursos y hombres para trabajar en Alemania, la ocupación alemana del sur, fueron sumando fuerzas a la Resistencia. 


Pétain y Laval
El gobierno provisional de la Liberación, encabezado por De Gaulle, también estableció sus propios tribunales para juzgar a los colaboracionistas de Vichy. La comparación con el tribunal de Riom era inevitable. Algunos fueron ejecutados, como Pierre Laval; otros fueron condenados a la prisión, como Pétain. No fueron pocos los que lograron reciclarse, aunque el 85% de los nuevos parlamentarios de la posguerra eran completamente nuevos en el escenario político. Señala el autor que el protagonismo de De Gaulle contribuyó en gran medida a borrar el estigma del armisticio de 1940, ya que en él se concentró la atención de la historia de Francia durante la guerra. Cuando en 1990 se cumplían cincuenta años de la derrota francesa, también se recordaba el centenario del nacimiento de De Gaulle y veinte de su fallecimiento. El general francés ayudaba, desde su tumba, a borrar un episodio triste de la historia. Su retorno al poder en 1958 fue vista como un paralelismo a 1940, ya que De Gaulle también recibía plenos poderes para reordenar constitucionalmente a Francia y crear la Quinta República. La participación de muchos franceses en el régimen de Vichy y su capacidad de reciclarse en la vida democrática, llevó a que este período fuera desplazado de la atención. El ejemplo más resonante de esto fue el de Mitterrand, presidente desde 1981 a 1995, que en su juventud formó parte de la "Revolución Nacional".
1940 fue el año que puso en evidencia la declinación de Francia como una de las superpotencias, ya que luego le siguió la descolonización traumática durante la guerra fría. Pero la desaparición del peligro teutónico, la integración europea y el funcionamiento de la Quinta República, dejaron en el pretérito la herida de la derrota.

Andrew Shennan, The Fall of France, 1940. London, Routledge, 2014.

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