Desde la expansión británica en la India y la anexión rusa de pequeños janatos en Asia central como Bujara y Jiva, era inevitable el choque de ambos imperios europeos en países como Afganistán y Tíbet. En un buen contrapunto, los autores describen las ambiciones, los prejuicios y las acciones de los gobiernos europeos por llevar su control al terreno. Así fue como los británicos invadieron Afganistán en dos ocasiones -con resultados adversos- en la centuria decimonónica, temiendo que ese complejo país llegara a ser dominado por los rusos y, con ello, amenazaran su imperio en la India. De gran interés resultan, entonces, las expediciones geográficas, cartográficas, botánicas, zoológicas y etnológicas que impulsaron ambos colosos europeos, ya sea de científicos propios, o bien de otras nacionalidades. Tanto la Royal Geographical Society como la Sociedad Geográfica Imperial de Rusia fueron promotoras de la investigación en esa extensa geografía, a fin de recabar todos los conocimientos que pudieran ser útiles para la guerra como la posesión en tiempos de paz. Audaces y, en varias oportunidades, chiflados exploradores de Europa, Asia y América se lanzaron a trazar mapas, buscar el nacimiento de los ríos, recabar especímenes y conocer lenguas. Sus hazañas recibían el aplauso de entusiastas lectores que, fascinados por adentrarse en esas latitudes enigmáticas, devoraban los libros de los audaces aventureros.
Esa rivalidad se conoció por los ingleses, en el siglo XIX, como el Gran Juego (Great Game) y como el Torneo de Sombras, por los rusos.
Con la revolución bolchevique y la creación de la Unión Soviética, se generó una nueva rivalidad en la que el Tíbet ocupó un lugar central, dada su situación ambigua con respecto a la República China. Tanto británicos como soviéticos tuvieron especial interés en esa vasta región, en la que desplegaron su política para acercarse al XIII Dalai Lama y al IX Panchen Lama, enemistados.
Los alemanes, por su lado, intentaron apelar a los sentimientos nacionalistas en las dos guerras mundiales. En la primera conflagración, el kaiser Guillermo II intentó provocar el levantamiento de los pueblos de Asia Central; luego, el nazismo promovió expediciones al Tíbet, patrocinadas por Heinrich Himmler, en las que buscaban las raíces arias comunes con los tibetanos... En ambas contaron con el visto bueno del explorador sueco Sven Hedin.
Asia Central atrajo y sigue atrayendo las fantasías. Así fue como los teósofos ubicaron a la mítica Shambhala en esa región, Agvan Dorzhev intentó que el Tíbet fuera protegido por el Zar-Bodhisattva, los nazis quisieron creer en que los mitos de Thule y Shambhala eran el mismo, y que los tibetanos eran arios, Nicholas Roerich habló del Zar Rojo (Lenin) y también entusiasmó al secretario de Agricultura, y luego vicepresidente de Estados Unidos, Henry Wallace...
El libro es fascinante porque la historia de la región lo es. Es un texto que invita a seguir estudiando y leyendo sobre Asia Central.
Karl E. Meyer y Shareen Blair Brysac, Torneo de sombras. Barcelona, RBA, 2008. ISBN 978-84-9867-182-7
Muy buena reseña. Saludos.
ResponderEliminar