Libro escrito en el 2005 y recién ahora publicado en castellano, la Nueva historia de la Guerra Fría de John Lewis Gaddis es un nuevo aporte para el estudio y la comprensión de un período de máxima tensión entre dos bloques de poder: Estados Unidos y sus aliados occidentales por un lado, y la Unión Soviética y el conjunto de satélites de Europa oriental y algunos asiáticos, por el otro.
La Guerra Fría, iniciada casi inmediatamente después de la segunda guerra mundial, tuvo un carácter ideológico que se libró en todos los escenarios posibles, tanto los geográficos como los del quehacer humano. Este enfrentamiento indirecto tuvo episodios que rozaron con la posibilidad de una nueva conflagración mundial en Corea, en la crisis de los misiles en Cuba y, en varios momentos, en la Alemania dividida. Hubo, también, otros escenarios en África, en el Sudeste asiático, Afganistán, Medio Oriente y Centroamérica, en los que combatieron a través de aliados. La singularidad de esta guerra, es que ambos bloques poseían un arsenal suficiente de armas nucleares que podrían haber eliminado toda forma de vida sobre el planeta.
De singular interés es el acento que ha puesto el autor en remarcar las esferas de autonomía logradas por la China de Mao Zedong quien, en tanto líder revolucionario en su país, propugnó la aceleración de una revolución mundial y rivalizó en ello con los dirigentes de la URSS, a quienes consideraba "revisionistas" y "burócratas". En esa misma sintonía desarrollaron sus propias políticas Fidel Castro, Ho Chi Minh y Kim Il Sung, por citar algunos. En el bloque occidental, Gaddis compara a estas actitudes con la del general Charles De Gaulle en tanto que presidente de la República Francesa, aunque con valores diametralmente opuestos a los líderes socialistas de Asia y América latina. Con una metáfora risueña, lo ilustra bien: las colas meneaban a sus perros.
Señala, también, las contradicciones que generó esta guerra en la vida interna de los Estados Unidos, desde el papel de la CIA en los golpes de Estado en Irán (1953), Guatemala (1954) y Chile (1973), así como las maniobras de Richard Nixon para encubrir sus operativos de espionaje, vulnerando la Constitución de su país. También me parece sumamente interesante la oposición que surgió tanto en los Estados Unidos como en la Unión Soviética a la convención de Helsinki de 1975. En el primero, tanto Jimmy Carter como Ronald Reagan la criticaron acerbamente, sin haber avizorado la grieta que la tercera canasta de derechos humanos y libertades fundamentales estaba abriendo en el denso muro del socialismo real.
Gaddis compara bien el proceso de la distensión negociada pacientemente entre Richard Nixon y Leonid I. Brezhnev, el fracaso de esta política en tiempos de Carter, y el cambio fundamental durante las dos presidencias de Ronald Reagan. A mi criterio, acierta en ponderar la política exterior de Reagan (1981-1989), a la que muchos intelectuales de entonces y de ahora han desdeñado por su simpleza. Y es que, sin enmarañarse en una caparazón de falsa intelectualidad, supo ver cómo llevar al colapso soviético y, luego, plantear un desafío de la abolición de las armas nucleares en un plazo mediano. Gaddis, quizás para el asombro de muchos lectores, subraya que Reagan fue el primer abolicionista nuclear que llegó a la presidencia de los Estados Unidos. Su propuesta de desarrollar la Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE) -por aquel entonces popularizada como Star Wars- fue tomada en serio y generó gran preocupación para el liderazgo soviético, puesto que desnudaba su vulnerabilidad y retraso tecnológico, como bien lo ha mostrado Vladislav Zubok en su libro Un imperio fallido, que recientemente he comentado.
También comparto con John Lewis Gaddis en prestar especial atención al surgimiento de nuevos líderes que llevaron adelante este cambio profundo en la política internacional, como fueron la primera ministro Margaret Thatcher en el Reino Unido, el Papa Juan Pablo II -Karół Wojtiła, antes Obispo de Cracovia-, y personajes claves de la disidencia en Europa oriental, como Lech Wałęsa y Václav Havel. Mijail Gorbachov -si bien es más benévolo en el tratamiento de este político soviético que el ya mencionado Zubok- fue detrás de los acontecimientos, sin una visión clara y nunca dispuesto a recurrir a la fuerza. Es por ello que, a diferencia de Deng Xiaoping, vio que la URSS implotó en tanto que la República Popular China se mantiene aún hoy. Los episodios de liberación de varios pueblos de 1989 se vivieron y realizaron a pesar de los deseos de los gobernantes, sin que éstos pudieran hacer nada para detenerlos. El hecho de que Gorbachov no los hubiera impedido, fue un logro porque evitó un baño de sangre en el centro de Europa.
Un libro sumamente recomendable, que enriquece la literatura sobre este período tan cercano de la historia contemporánea.
John Lewis Gaddis, Nueva historia de la Guerra Fría. México, Fondo de Cultura Económica, 2011. ISBN 978-607-16-0555-9
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