Marsilio Ficino: his Theology, his Philosophy, his Legacy es una recopilación de ensayos eruditos en torno a este filósofo, sacerdote, traductor y médico de la Florencia renacentista, un hombre cultivado que dejó una impronta que trascendió los siglos con su obra.
Bajo el mecenazgo de los Médici, especialmente de Cosimo de Medici, Marsilio Ficino fue el traductor obras de Platón, Plotino y Hermes Trismegisto al latín, textos que hasta los tiempos del renacimiento no habían llegado al Occidente. De hecho, Ficino creó la llamada "Academia Platónica" en Florencia, sobre la que hay discusión con respecto a su naturaleza y alcance.
Marsilio Ficino, alma inquieta de esa época de cambios fecundos y en una tierra pródiga en talentos, fue primero médico y luego se convirtió al sacerdocio. Esto, sostenía Ficino, era la consecuencia lógica de quien quiere curar el cuerpo y el alma, tal como se desprendía del Nuevo Testamento. El propósito de este filósofo era conciliar al cristianismo con el neoplatonismo y, como tantos otros autores de su tiempo, suponía que la revelación no se había limitado sólo al pueblo judío y de allí al resto de la humanidad con Jesús, sino que en otros pueblos también hubo una preparación para el monoteísmo.
De allí que afirmara que los primeros grandes maestros fueron Zoroastro, Hermes Trismegistus, Pitágoras, Platón y Aristóteles, aun cuando en algunas oportunidades intercalaba a Moisés y a Orpheus.
Estos intentos de conciliación del neoplatonismo con el cristianismo databan de mucho antes. Ya en 1434, una delegación griega arribó a Florencia para debatir con teólogos italianos a este respecto, ya que era parte de un intento más vasto de reunificación de la cristiandad en sus dos grandes ramas de entonces, la Iglesia de Roma y la de Bizancio.
Cuando Cosimo de Medici adquirió el Corpus Hermeticum (o Pimander), hizo que Ficino suspendiera sus traducciones de Platón para dedicarse por entero a este texto, al que supusieron anterior al del fundador de la Academia. Dos siglos más tarde, se pudo determinar que Hermes Trismegistus fue un autor posterior a Platón, gracias a la ingente labor de Isaac Casaubon, teólogo francés. Sobre la influencia que habría tenido Ficino en Copérnico y su teoría heliocéntrica, Dilwyn Knox es más bien escéptico, en oposición a las conjeturas de varios autores, entre ellos Mircea Eliade que así lo afirma en La búsqueda.
No obstante, debemos tener en consideración que autores como Marsilio Ficino, que se atrevían a leer textos de otras tradiciones, despertaban las sospechas de las autoridades eclesiásticas, quizás aún más por ser él mismo un sacerdote. Poco es lo que podemos saber de su interés por la astrología y la magia, mucho se ignora sobre el verdadero carácter de la Academia que formó en Florencia, ya que no sólo no se dispone de documentación escrita que haya llegado a nuestro tiempo, sino también por la prudencia natural de estos personajes para no dejar rastros materiales. ¿Cómo podríamos saber si fue un iniciado a misterios que no nos han llegado, siguiendo la tradición griega de la transmisión oral de conocimientos esotéricos, a la que intuimos que adhirió Platón? Sea como fuere, el historiador siempre se halla ante estas lagunas que no puede llenar, sobre las que sólo cabe especular y dejar sentada una sospecha, pero sin la posibilidad de hacer afirmación alguna.
El volumen es, de principio a fin, impecable por la seriedad de los estudios que contiene, habiendo una gran diversidad de enfoques y opiniones. Una obra excelente que invita a seguir estudiando esa época extraordinaria que fue el Renacimiento.
Michael J. B. Allen y Valery Rees, Marsilio Ficino: his Theology, his Philosophy, his Legacy. Leiden, Brill, 2002. ISBN 90-04-11855-1
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