Historia de dos gigantes, Gargantúa y su hijo Pantagruel, dos reyes que disfrutaban de la buena vida, los banquetes, la amistad y la conversación. François Rabelais nos ha legado estos dos libros -el primero fue Pantagruel- en los que el lector se adentra en un mundo de personajes variopintos, una fresca sátira de la Francia de su tiempo.
Rabelais no dudará en reírse de los académicos de la Sorbona, de los clérigos y funcionarios, de los aristócratas. Gargantúa y su padre Grandgousier habrán de derrotar al ambicioso rey Picrócolo en una guerra que comenzó por una disputa entre campesinos y pasteleros. Luego, Gargantúa envió a su hijo Pantagruel a educarse por varios centros académicos de Francia, llegando a ser un gran jurista que logra resolver intrincadas disputas que ya nadie comprendía. Ambos son gigantes pacíficos, pero no por ello cobardes: también Pantagruel derrota al rey Anarco en su propio país, obligándolo a vivir después de la venta de pasta verde. Aparecen personajes pícaros y crueles como Panurgo, ávido de riquezas y proezas sexuales, tan inteligente como inescrupuloso, que sirve lealmente a su nuevo protector.
La obra abunda en situaciones escatológicas: flatulencias, malestares estomacales, el limpiaculos inventado por Gargantúa. Y también viajes insólitos, como el de Epistemón al mundo de los muertos para volver y contar cómo es que se vive en el más allá, o el de Alcofribas en la boca de Pantagruel, en donde pudo visitar varias ciudades y comarcas durante algunos meses.
François Rabelais, Gargantúa y Pantagruel.
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