Andrea Orzoff irrumpe en este esquema para buscar los matices y, sobre todo, para estudiar la narrativa construida desde el Castillo -sede del primer magistrado- en torno a la figura emblemática de Masaryk como presidente-libertador. La Primera República se caracterizó por tener un presidente que actuaba como un "rey filósofo" -de hecho, Masaryk era profesor de filosofía- y sin afiliación partidaria, a la vez que el Parlamento estaba dominado por los líderes de los partidos políticos, que negociaban por fuera del recinto legislativo. No había posibilidad de independencia de los parlamentarios, ya que las bancas eran de los partidos, no de los legisladores, lo que según el fallecido politólogo Jiří Kunc se llamó "cláusula checoslovaca" en la literatura de la época. Primero fue la "Pětka" -pět es cinco en checo-, el grupo de los cinco líderes de la coalición parlamentaria, la que negociaba la aprobación de las leyes por fuera del Parlamento, que luego se fue extendiendo a los nuevos socios.
Andrea Orzoff pone el acento en este aspecto poco democrático o, más bien, poco parlamentario de la Primera República, para matizar la idea legendaria que se ha formado en torno a ese período. En rigor, cuando se realizó la transición democrática de los años 1989-1991, evitar una nueva Pětka fue uno de los objetivos del entonces presidente Václav Havel, que era un escéptico de los partidos políticos y privilegiaba a las personalidades. De modo que en este sentido no hubo una idealización sobre el funcionamiento parlamentario y partidario en los años de entreguerras.
Considero que un valioso aporte del libro es haber arrojado luz sobre el entorno del Castillo para la promoción del régimen político checoslovaco, a través de la editorial Orbis, periódicos más o menos vinculados a la política de Masaryk -Prager Presse, enteramente financiado por el Estado, o bien diarios que eran financieramente independientes pero que simpatizaban como lo fue el histórico Lidové Noviny, el semanario Přítomnost del periodista Ferdinand Peroutka-, y el Club Social (Společenský Klub), formado al estilo de los clubes británicos para vincularse con visitantes extranjeros. El objetivo político fundamental de Masaryk y Beneš era el de demostrar a los países occidentales que la República Checoslovaca se entroncaba con las mejores tradiciones europeas de democracia, parlamentarismo, libertad y racionalismo, y para ello elaboró un discurso que propagó dentro y fuera del país. Pero esta Checoslovaquia era sólo poco más de la mitad checa: en ella vivían unos tres millones de alemanes, seguidos por las minorías eslovaca, húngara y rutena. Si bien los partidos políticos democráticos alemanes fueron incorporados a las coaliciones a partir de 1926, esto no pudo detener la tormenta que se despertó con la crisis económica de 1929 y su enorme desempleo, que volcó a sus votantes hacia las filas de los partidos nacionalistas filonazis, como el de Konrad Henlein.
La alternativa de la república parlamentaria no fue la primera que se barajó mientras se desarrollaba la primera guerra mundial. Los sectores conservadores, reunidos en torno a Karel Kramář, acariciaron la idea de restaurar el Reino de Bohemia con un Romanov como monarca eslavo. Pero esta idea se desvaneció con la revolución rusa de 1917, y Kramář asumió como primer ministro de la novel república parlamentaria, al frente del Partido Nacional Demócrata. La narrativa elaborada por el Castillo no tenía en cuenta a quienes como Kramář se habían quedado en su patria durante la Gran Guerra, sino que giraba en torno a los exiliados y los legionarios que combatieron en Siberia y en el frente occidental contra los alemanes.
Para articular este discurso, desde el Castillo hubo relaciones fluidas con el mundo intelectual, especialmente con el gran autor de literatura fantástica y de ciencia ficción Karel Čápek, que también se desenvolvía en el periodismo, o el ya mencionado Peroutka. Pero la relación estrecha era casi exclusivamente con la intelligentsia checa, cercenándose la posibilidad de articular un patriotismo cívico y cosmopolita que hallara un espacio para la cultura eslovaca y se diferenciara netamente de las aspiraciones irredentistas magiares y de unificación alemana. Y es que, en medio de la "tormenta del mundo" -expresión de Tulio Halperín Donghi para los años de entreguerras-, había que realizar esfuerzos mayúsculos para sostener a la democracia parlamentaria, cuando todo parecía dirigirse hacia el totalitarismo. A pesar de todas las falencias de esta democracia y de su sistema de partidos, fue una isla de libertad en la que muchos perseguidos hallaron refugio por un tiempo, hasta que fue invadida por la Alemania nazi en 1939.
El libro de Andrea Orzoff, a mi juicio, tiene aciertos que sobrepasan errores de apreciación, en especial al tratar figuras de relieve intelectual como Karel Čápek y Ferdinand Peroutka, así como para hacer un contorno acertado sobre la creación de la figura legendaria de Masaryk, que tanto influyó en el modelo a seguir tras el derrumbe del comunismo en 1989.
Andrea Orzoff, Battle for the Castle. The Myth of Czechoslovakia in Europe. 1914-1948. New York, Oxford University Press, 2009.
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