viernes, 22 de junio de 2018

"Blood Libel in Late Imperial Russia", de Robert Weinberg.

En las proximidades de Kiev, el 20 de marzo de 1911 fue hallado el cuerpo de un niño de trece años, Andrei Iushchinskii, y a pesar de que dos autopsias señalaban que había muerto por varias puñaladas en un ataque salvaje y descontrolado, los sectores antisemitas de la ciudad iniciaron una campaña apuntando a la población judía. Aun cuando las pericias médicas indicaban que no se había drenado su sangre, se lanzaba la acusación de que se le había realizado un "sacrificio ritual". Se trataba de una leyenda perversa que se había lanzado a los judíos en la Edad Media, difundida popularmente a pesar de que las autoridades episcopales y varios pontífices católicos romanos afirmaron en reiteradas oportunidades que esa acusación era una calumnia infundada, esta ganó terreno en el centro y oriente del continente europeo, hasta llegar a Rusia. 
Siendo el Imperio Ruso en donde más judíos vivían, como resultado de su anexión de la antigua comunidad polaco-lituana, este caso de "sacrificio ritual" tuvo enorme repercusión porque, además, señalaba la tensión del antisemitismo promovida desde la esfera gubernamental. El zar Alejandro II, el gran modernizador del Imperio, permitió que los judíos pudieran residir en Kiev; a principios del siglo XX constituían el 12% de la población de la ciudad. Pero a diferencia del monarca modernizador, sus dos sucesores Alejandro III y Nicolás II prefirieron atrincherarse en la concepción autocrática del zarismo, que ponía énfasis en la Ortodoxia como un elemento que conformaba la nacionalidad rusa. El hecho de que hubiera judíos en las agrupaciones políticas más radicalizadas -a pesar de que, en su mayoría, votaran al liberal Partido Demócrata Constitucional, KD-, alimentaba el discurso de los reaccionarios antisemitas, que construía al otro judío como un ser demoníaco y al servicio del Anticristo... 
Fue en esta atmósfera en el que la prensa reaccionaria rusa, partidaria de la más estricta autocracia, comenzó a publicar que Andrei Iushchinskii había sido sacrificado por judíos para usar su sangre en la elaboración de matzá. 
La investigación conducía a que el asesinato lo había cometido Vera Cheberiak y su banda criminal, pero la presión política de los activistas antisemitas y el hecho de que esta mujer fuera miembro de las Centurias Negras, llevaron a la fabricación del caso para culpabilizar a un hombre judío, Mendel Beilis. Tres meses después de que halló al niño asesinado, Mendel Beilis, un administrador de una fábrica de ladrillos, fue detenido junto a su hijo de tan solo nueve años. Desde el 25 de septiembre hasta el 28 de octubre de 1913 tuvo lugar el juicio a Mendel Beilis, atrayendo la atención y presencia de un centenar de periodistas de Rusia, además de corresponsales de diarios de Europa y los Estados Unidos. El jurado estaba compuesto por una abrumadora mayoría de campesinos con una educación rudimentaria, seguramente para que se inclinara por la condena a Beilis. Grandes medios como The New York Times y el londinense Times volcaron su simpatía por Beilis. El autor subraya las contradicciones de los testigos que aportó la fiscalía, así como la falta de evidencias que implicaran al acusado en el homicidio. Ante lo endeble del caso, la fiscalía recurrió a supuestos expertos en religión y psicología para sostener la existencia del "asesinato ritual", de modo de culpabilizar colectivamente a la comunidad judía por la muerte de Andrei. Uno de los testigos, el sacerdote católico Pranaitis, aseveró que el Talmud indicaba el asesinato ritual, argumento que la defensa pudo desarmar al poner en evidencia que el religioso apenas conocía el hebreo. Asimismo, la fiscalía puso todo su empeño en presentar a Mendel Beilis como un fanático religioso, pero lo cierto es que apenas observaba las festividades judías y seguía trabajando en Shabbat, contra los preceptos. Esta concatenación de acusaciones arbitrarias y sin sentido, no hizo más que poner en evidencia una narrativa antisemita para sostener a un zarismo cada vez más debilitado y cuestionado.
Si bien siete de los doce jurados se pronunciaron a favor de que la circunstancia del homicidio había sido un "asesinato ritual", al ser seis los que estuvieron por la inocencia de Beilis, en tanto otros seis por su culpabilidad, el acusado quedó libre. En este escenario, el Ministerio de Justicia no impulsó una segunda instancia, al entender que la falta de evidencias pondría en jaque al gobierno, y los autores del homicidio nunca fueron sancionados. Años más tarde, durante el Gobierno Provisional surgido en 1917, apareció la documentación de cómo el gobierno imperial sobornó y construyó el caso para culpar a Beilis. Tras recuperar la libertad, Mendel Beilis emigró primero a Tel Aviv y luego a New York.
El libro contiene nutrida y valiosa documentación, siendo una obra fundamental para comprender el fenómeno del antisemitismo ruso en tiempos del zarismo.

Robert Weinberg, Blood Libel in Late Imperial Russia: The Ritual Murder Trial of Mendel Beilis. Bloomington, Indiana University Press, 2014.

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