viernes, 14 de noviembre de 2025

"Nacionalismo", de Eric Storm

En este libro, el historiador neerlandés Eric Storm busca trazar el periplo del Estado nación desde los inicios de este concepto, hasta nuestros contemporáneos. El título "nacionalismo" engloba lo que, a mi juicio, son categorías diferentes: la corriente política que podemos definir como nacionalismo -que varía, por supuesto, en cada país por razones obvias-, el Estado nación, la nacionalidad y el sentimiento patriótico. En este recorrido viaja por Europa, la cuna de los Estados nacionales, pero sigue por Asia, África y América, procurando desarrollar una historia sincrónica. No obstante, y es nuevamente mi opinión personal, reúne fenómenos que deberían analizase por separado. Porque no es lo mismo el amor a la Patria y el orgullo legítimo que se siente por la comunidad nacional en la que se nació, con la concepción política e ideológica del nacionalismo, que suele venir cargado de exclusivismo étnico, histórico, a veces religioso, y que ve en todo lo demás un elemento de destrucción del Estado nación. 

El libro es un torbellino de datos que, a veces, se puede volver confuso con los saltos de latitudes, ya que las concepciones en torno a la nacionalidad, la nación, el Estado, la historia, la tradición, las cosmovisiones religiosas y filosóficas no son las mismas. Con la misma palabra se pueden significar cuestiones muy diferentes, y allí la precisión del historiador debe ser de extrema claridad y prudencia. Creo que los capítulos más logrados son los que abarcan los decenios entre 1848 y 1914, especialmente en lo atinente al continente europeo. Fue en ese período en el que hubo un auge de las demandas de creación de Estados s nacionales, la unificación de Italia y Alemania, así como luego los nacionalismos adoptaron estereotipos étnicos y religiosos que mezclaron -explosivamente- con las teorías pseudo científicas del racismo, la eugenesia y el darwinismo social, como si fueran entidades biológicas en sí mismas en una lucha mundial por la supervivencia. Estas corrientes de pensamiento desembocaron en las dos guerras mundiales y, aunque fueron derrotadas militarmente, no por ello han desaparecido y resurgen periódicamente, aunque con variantes disimuladas. 

Una vez más, hacia el final, a mi criterio se agrega confusión al ubicar a los movimientos por identidades culturales dentro del texto. Todos los seres humanos buscamos grupos de pertenencia, pero no por ello podemos ubicar a todo dentro de la categoría del nacionalismo, que en sí es una corriente política.


Eric Storm, Nacionalismo. Barcelona, Crítica, 2025.

miércoles, 5 de febrero de 2025

"Rusia", de Antony Beevor

Mucho se ha escrito y se seguirá escribiendo en torno a la revolución rusa de 1917, así como sobre el zarismo tardío. Esta obra de Antony Beevor se concentra con sumo detalle en la etapa inmediatamente posterior, estrechamente vinculada, como es la de la guerra civil entre 1917 y 1921, que comenzó cuando aún la Gran Guerra (1914-1918) no había finalizado.

Beevor recurre a una multiplicidad de fuentes para escribir su libro: memorias, archivos, cartas; desde los grandes protagonistas que tomaron las decisiones políticas y militares, hasta la de las personas que combatieron o, simplemente, padecieron una tragedia inhumana y gigantesca durante esos años. El relato es estremecedor, de principio a fin, ya que fue una etapa marcada por el más profundo desprecio por la existencia humana, de destrucción sistemática, con hechos que anticiparon en veinte años lo que fue la Shoá. Ejecuciones masivas, muertes a sablazos, cadáveres colgados en los faroles, violaciones, torturas, fusilamientos en fosas comunes: la lista es mucho más larga. 

Como en toda guerra civil, la crueldad supera los límites de lo imaginable, ya que se manifestaron los peores rostros de la conducta humana. 

La monarquía zarista se desplomó rápidamente a comienzos de 1917 y se formó un gobierno provisional presidido por el príncipe Lvov, del partido Constitucional Demócrata (KD, o "kadete"), acompañado por los social-revolucionarios ("eseristas" que luego se dividieron en derecha e izquierda) y los mencheviques. El minúsculo partido bolchevique, marginal, se mantuvo expectante para dar su propia revolución bajo la guía férrea de Vladímir Ilich Lenin, lo que hizo en noviembre de 1917 (calendario gregoriano). Tras sabotear las deliberaciones de la Asamblea Constituyente, en donde la mayoría era de los social-revolucionarios, los bolcheviques junto a la fracción de los eseristas de izquierda -que tenían cargos de menor jerarquía en el Consejo de Comisarios del Pueblo -Sovnarkom- fueron estableciendo la dictadura del proletariado que, en rigor, fue una dictadura del partido único. Además de consolidarse, en una situación de gran fragilidad política y carente de legitimidad de origen, en el poder, el otro gran desafío paralelo para el régimen bolchevique era lograr un tratado de paz con las potencias centrales en la frontera occidental. Las autoridades del Imperio Alemán ayudaron a Lenin en su campaña antibélica, ya que proponía la salida unilateral del conflicto mundial, lo que beneficiaba a los teutones. Por otro lado, los germanos ambicionaban ocupar las fértiles llanuras de Ucrania y Bielorrusia, consolidarse en los bálticos Lituania, Estonia y Letonia, y apoyar la independencia de Finlandia. Todo esto se pudo lograr gracias al tratado Brest-Litovsk, que para los bolcheviques no era más que un retroceso estratégico ante la supuesta inminencia de una serie de revoluciones socialistas en Europa.

Antony Beevor, con maestría, se abocó a la etapa bélica siguiente: las intervenciones de los países Aliados (Reino Unido, Francia, Estados Unidos, Japón) en suelo del antiguo Imperio Ruso, cómo actuaron la Legión Checoslovaca y la Polaca, cómo es que las tropas alemanas -por decisión expresa de los vencedores de la Gran Guerra- siguieron presentes en los países bálticos para contener la expansión bolchevique, y cómo se fueron conformando los ejércitos Blancos que combatieron contra el Ejército Rojo a lo largo de esos años. Hubo otras fuerzas combatientes en un tablero en el que hubo muchos, muchísimos actores participando simultáneamente, cada uno con sus propios objetivos: los partisanos verdes, el ejército de Nestor Majnó, los independentistas ucranianos, finlandeses, bálticos y del Cáucaso. Beevor traza los contornos de personalidades de los ejércitos Blancos, como Kolchak (Gobernante Supremo), Kornílov, Mai-Mayevski, Iudénich, Wrangel, Denikin, entre muchos otros, que alentaron o permitieron que sus tropas y oficiales llevaran adelante todo tipo de saqueos y despojos, al mismo tiempo que el Ejército Rojo también lo hacía con su "comunismo de guerra". El Ejército Rojo fue formado rápidamente por Lev Trotski, quien lo manejó con puño de hierro, y en él también tuvo participación Stalin en el frente sur, en una situación en la que se puede ver el inicio de la rivalidad mortal entre ambos líderes bolcheviques. En medio quedaban los campesinos, impotentes ante distintas formaciones militares que asolaban todo a su paso, y que procedían a ejecutar a quien se les cruzara sin el menor miramiento. Los dejaban en una situación imposible: al incautar todo el grano y los animales, no había forma no sólo de producir, sino de alimentarse en lo inmediato, lo que terminó provocando una hambruna en suelo ruso.

A diferencia del Partido Comunista, los Blancos carecían no sólo de un mando central -por eso escribo "ejércitos" en plural-, sino tampoco de un programa político que fuera creíble y aceptable para los campesinos, que en ese entonces era la abrumadora mayoría de la población, y tradicionalmente reticente ante las autoridades. El nacionalismo gran ruso imperaba entre los oficiales Blancos, lo que hizo imposible articular con fuerzas independentistas: el todo o nada, los llevó a perderlo todo. Ese nacionalismo mesiánico era profundamente antisemita, heredero de las Centurias Negras, y por ello creían que todos los judíos eran bolcheviques, con lo cual en medio de esta guerra llevaron adelante varios pogroms.

Antony Beevor, además, retrata actores aparentemente marginales como fueron los combatientes chinos, la Liga Polaca en Siberia -descendientes de polacos trasladados a esa región tras el levantamiento de 1863-, o la terrible masacre en suelo persa durante la Gran Guerra y la guerra polaco-soviética, casi nunca registradas en los textos. 

También analizó las actuaciones de los oficiales de los ejércitos Aliados en esta guerra, y funcionarios como Winston Churchill, entonces secretario de Guerra en el Reino Unido, que era furibundamente antibolchevique y quiso apoyar a los Blancos hasta el último momento. Los occidentales sostuvieron a los Blancos con el único objetivo de impedir la expansión comunista en Europa, aunque aborrecían de sus prácticas, corrupción e ineptitud.  Beevor cierra, en sus conclusiones, con esto que cito: "Demasiado a menudo los Blancos representaron los peores ejemplos de la humanidad. Pero en lo que atañe a la inhumanidad implacable, nadie superó a los bolcheviques". Se abrió, así, un siglo XX marcado por el horror abismal, la deshumanización sistemática e industrializada.

El libro de Antony Beevor tiene muchísimos méritos, desde lo académico como para el público en general, llenando lagunas que otros textos suelen pasar por alto. De lectura imprescindible para quien quiera comprender la historia de Rusia y de la URSS, de Europa oriental, del siglo XX.


Antony Beevor, Rusia. Revolución y guerra civil 1917-1921. Barcelona, Crítica, 2022.

miércoles, 15 de enero de 2025

"La experiencia democrática", de Natalio Botana


Un nuevo libro de Natalio Botana es siempre una buena noticia y una invitación a la reflexión, serena y racional, como lo es en este caso con su meditación sobre la experiencia democrática argentina en los últimos cuarenta años, de 1983 a 2023. En su carácter de historiador y politólogo, autor de textos ya clásicos para la comprensión de nuestro pretérito común como La tradición republicana, El orden conservador, y el más reciente Repúblicas y monarquías -entre otros-, Botana recorre de un modo amable, incisivo, elegante y sensato los cuarenta años tras la restauración democrática. Período extenso y azaroso, en el que si bien se consolidó la democracia electoral, aún dista de ser una democracia plena, y sobre todo con un problema acuciante como es el de la pobreza que supera el 50%.
Por un lado, no deja de ser auspicioso que se haya abandonado la práctica perniciosa de los golpes de Estado, y que la regularidad electoral ya se haya establecido como una rutina. No obstante, los valores republicanos y pluralistas están en jaque ante una polarización hacia los extremos, que cuestionan severamente a las fuerzas y, sobre todo, las actitudes centristas que buscan la razonabilidad en la ejecución de políticas públicas. El populismo ya no es un método -que carece de ideología- que se pueda hallar sólo en democracias endebles, sino que también se manifiesta con fuerza creciente en las más consolidadas, con siglos de tradición, como es en los Estados Unidos.
Botana señala que "En períodos de desconcierto y de fragilidad de las creencias, los sujetos históricos se aferran a la simplificación". Precisamente, es esa simplificación la que tiene un efecto convocante muy poderoso en la opinión pública, cortando la sociedad en mitades opuestas, hacia uno u otro lado, con la lógica binaria de "pueblo-antipueblo", así como otras taxonomías de seducción rápida.
Botana, como buen politólogo, establece diferencias a tener en cuenta a lo largo del texto: por ejemplo, las democracias de partido y las democracias de candidatos, ya que en la segunda es donde tienen primacía los outsiders. Los partidos políticos vienen padeciendo una crisis de legitimidad, a la par de una crisis de la representación, que dan lugar a la aparición de diferentes outsiders con un gran poder de convocatoria. Este fenómeno se ve multiplicado gracias a las redes sociales, con una mayor autonomía de los sujetos políticos. El bipartidismo fue reemplazado por un bicoalicionismo, y este a su vez fue reemplazado en 2023 por una nueva configuración que aún no termina de tomar forma.
El autor, observador atento y analista de primera línea durante los cuatro decenios, hace un repaso intenso de las tendencias hegemónicas del kirchnerismo, que conjugó una gran expansión del gasto público, una nueva narrativa con pretensiones históricas, y una economía que se sostuvo con la exportación de alimentos hacia Asia Oriental. Este esquema, limitado, tuvo pretensiones de larga duración con la alternancia de la pareja presidencial, a la par que dio rienda suelta a una corrupción que alcanzó niveles escandalosos con desparpajo de impunidad. El período de Cambiemos no supo afrontar las reformas estructurales, por lo que en 2019 el kirchnerismo volvió al poder, bajo la máscara de un candidato presuntamente "moderado"... 
El libro cierra con la elección del 2023 y la irrupción de Javier Milei. Botana, gran conocedor de la filosofía política, analiza de qué liberalismos se está hablando en estos tiempos, sus límites y horizontes, las raíces e itinerarios de esta tradición del pensamiento occidental.
En resumen: para comprender el extenso período 1983-2023, es ineludible conocer la perspectiva que aporta Natalio Botana, con su lucidez, serenidad y precisión.

Natalio Botana, La experiencia democrática. Buenos Aires, Edhasa, 2024.