En este libro se analizan seis países post-comunistas, muy diferentes entre sí: Kazajistán, Georgia, Estonia, Eslovenia, República Checa y Polonia. Los tres primeros fueron parte de la Unión Soviética; Eslovenia fue la primera república que se independizó de la ex Yugoslavia, en tanto que la República Checa y Polonia fueron satélites de la URSS.
Sally Cummings aborda el caso de Kazajistán, cuyo gobierno de mano de hierro de Nursultan Nazarbaiev continúa desde la descomposición soviética. Los kazajos lograron ser la mayoría de la población varios años después de la independencia por la emigración de los rusos que allí habitaban. La fuerte presencia de la minoría rusa, que habita en la zona boreal, fronteriza con la Federación de Rusia, llevó a que el régimen autoritario sea más unitario, a la vez que reconoció la lengua rusa como segundo idioma oficial. Kazajistán juega entre Rusia y la República Popular China, y en menor grado con los Estados Unidos, la Unión Europea y otros países asiáticos para mantener un grado de autonomía con respecto a sus grandes vecinos. Los cuantiosos ingresos por la explotación de sus recursos naturales le permiten mantener el régimen autoritario y corrupto de Nazarbaiev frente a sus opositores dispersos y sin posibilidad de acceder a los medios de comunicación, manipulados por el poder.
Georgia, país inestable del Cáucaso, ha tenido una difícil transición post-comunista por las tendencias separatistas de abjazios y osetios -apoyados por Rusia- así como por el régimen clientelista montado -o preservado- por Eduard Shevardnadze, el otrora ministro de Asuntos Exteriores de Mijail Gorbachov. Si bien la Revolución de las Rosas de Saakashvili logró la renuncia de Shevardnadze y una política de reformas democráticas y de economía de mercado, el país sigue en jaque por las presiones exteriores.
Estonia, en cambio, exhibe un contrapunto interesante: no sólo es una democracia liberal y una próspera economía de mercado, sino que también logró ingresar en la OTAN y la Unión Europea. Tutelada por una élite política muy joven, logró la formación de un estado nacional que privó de la ciudadanía a la numerosa minoría rusa -en su mayor parte, asentada tras la ocupación soviética resultante del pacto Ribbentropp-Molotov de 1939-. Su meta era clara: asegurar la supervivencia de Estonia con la adhesión a las grandes alianzas occidentales, para separarse de toda influencia rusa. Esto llevó a la formación de varias coaliciones de centro-derecha que bloquearon toda posibilidad de que la centroizquierda -percibida como filorrusa- tuviese posibilidades de acceder al gobierno.
Eslovenia es un caso atípico: la ex Yugoslavia socialista del Mariscal Tito hizo su propio camino al separarse del modelo soviético y dejó una fuerte impronta. Asimismo, hay una fuerte tradición corporativista que se expresa en el Consejo Nacional, la cámara alta, en la que están representados los intereses económicos y regionales del país. Se advierte una gran desconfianza hacia los partidos políticos. Sin embargo, su alto nivel de vida, la vecindad con Austria e Italia y la estabilidad política y económica le permitieron ingresar a la Unión Europea y la OTAN.
La República Checa tuvo una rápida transición a la economía de mercado y un desarrollo pacífico hacia la democracia liberal. El acento del capítulo escrito por Rick Fawn está puesto en que desde la revolución de terciopelo hasta hoy, todos los gobiernos han sido de coalición, ya que ninguno de los partidos logró tener una mayoría propia en el Parlamento. El liderazgo de Václav Havel como presidente le permitió a la República Checa tener una gran presencia internacional, ya que se desmarcó de las opiniones de Václav Klaus -a la sazón primer ministro-. El autor no ha señalado los gobiernos "técnicos" que hubo en algunos períodos. Si bien los partidos más votados han sido el ODS (Partido Cívico Democrático) durante muchos años liderado por Klaus, y el ČSSD, ninguno de ellos ha tenido la mayoría parlamentaria, y tuvieron que formar coaliciones con otras expresiones de centro derecha y la democracia cristiana. Hasta ahora, ha habido un consenso general de que el Partido Comunista de Bohemia y Moravia, que mantiene una representación parlamentaria más o menos estable, no forme parte de ningún gobierno. Este mapa habría de cambiar significativamente en los próximos comicios parlamentarios, adelantados, del 25 y 26 de octubre, ya que el ODS se está derrumbando en la intención de voto, desplazado por TOP 09.
Polonia, el último de los países bajo análisis, es el que más lentamente hizo sus reformas económicas y administrativas para ingresar a la UE, a las que les dio celeridad e intensidad bajo presión tras advertencias desde Bruselas.
Lars Johannsen y Karin Hilmer Pedersen (comp.), Pathways: A Study of Six Post-Communist Countries. Aarhus, Aarhus University Press, 2009.
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