El Reino de Bohemia, parte integrante del Imperio Austríaco -llamado Austro-Húngaro a partir de 1867- y a la vez del Sacro Imperio Romano, tuvo una posición singular dentro del mundo germánico por sus raíces eslavas. La aristocracia bohemia, desde finales del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX, tuvo una serie de transformaciones que ayudó a delinear el discurso patriótico, primero en el marco de las ideas de la Ilustración, y luego en el del romanticismo.
La autora pone el acento en varios aristócratas que se involucraron en el desarrollo de las ciencias en Bohemia y Moravia -la actual República Checa-, no sólo como un medio de extender y ampliar el conocimiento, sino con el fin patriótico de volver a colocar a Praga en el circuito de las grandes discusiones académicas. Este estamento nobiliario hablaba alemán, francés e italiano en forma cotidiana; la lengua checa, en cambio, era de uso vulgar y recién en los inicios de la centuria decimonónica habrá un creciente interés por recuperarla y darle vigor.
En la atmósfera convulsionada y bélica de la revolución francesa y las invasiones napoleónicas, aristócratas como Kaspar Sternberg se volcaron al estudio sistemático de la botánica y mineralogía, haciendo aportes significativos. Pero estos esfuerzos no quedaron encerrados en los gabinetes de estudio, sino que pusieron esmero en difundirlos y crear instituciones en las que trabajaron científicos de orígenes burgueses. Es así como nacieron sociedades científicas y el Museo Nacional, que representó y reunió las contribuciones de Bohemia a las ciencias biológicas, geológicas, históricas y la literatura. También dieron impulso a las colecciones de artes plásticas y la difusión de la música y la ópera, siendo un gran ejemplo el del Teatro Nostitz, luego conocido como Teatro de los Estados a partir de 1798. Esta expansión de la ciencia y la educación, con miras a mejorar la productividad y a enaltecer la perfectibilidad humana a través de la instrucción y la racionalidad, fueron metas de la masonería en Bohemia, orden iniciática en la que se encontraban aristócratas y burgueses en un plano de igualdad.
Estas instituciones científicas creadas por el impulso de la aristocracia, permitieron que muchos burgueses pudieran desarrollar prolíficas carreras. Asimismo, algunos de estos burgueses, como František Palacký, tuvieron acceso a las bibliotecas que venían reuniendo los nobles. La aristocracia bohemia era anglófila en su inclinación política, y ello quedó en evidencia cuando se convocaron los estamentos en 1791, en los que expusieron las ideas del contractualismo de John Locke, del constitucionalismo británico, y de autores como Montesquieu y Voltaire. Políticamente no tenían ambiciones de emancipación nacional -esto ocurrirá a principios del siglo XX-, sino de recuperar la autonomía y el prestigio dentro del marco del imperio austríaco, difundiendo las ideas del constitucionalismo liberal.
En el libro se pone de relieve que para la creación de una nación no sólo se precisa de una narrativa histórico-política, sino también la creación de instituciones en los mundos de las artes y las ciencias, ya que en este caso se buscaba reinstalar a Bohemia -y a Praga, en particular- en la constelación de las grandes culturas europeas.
Rita Krueger, Czech, German, and Noble. Status and National Identity in Habsburg Bohemia. New York, Oxford University Press, 2009.
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