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domingo, 22 de enero de 2012

"Juan Atilio Bramuglia", de Raanan Rein.

Juan Atilio Bramuglia. Bajo la sombra del Líder es la interesante y bien documentada biografía que el académico Raanan Rein escribió sobre el primer ministro de Relaciones Exteriores de Juan Domingo Perón.
Bramuglia era hijo de un obrero ferroviario y comenzó a trabajar desde la infancia, sin descuidar su educación. No sólo terminó sus estudios primarios y secundarios, sino que también se recibió de abogado en la Universidad Nacional de La Plata y, luego, de doctor en Jurisprudencia. Desde muy joven se afilió al Partido Socialista, próximo al dirigente Mario Bravo. Fue el asesor legal del sindicato Unión Ferroviaria y, cuando el coronel Perón comenzó su rápido ascenso en el gobierno surgido del golpe de Estado de 1943, se unió al ambicioso secretario de Trabajo y Previsión.
En ese ámbito, junto al nacionalista José Figuerola, colaboraron activamente en la elaboración de normas de derecho laboral que hicieron sumamente popular al coronel Juan Domingo Perón. Rein asevera que la concepción era reformista; por mi parte, considero que el concepto de "justicia social" de Perón y de los grupos nacionalistas es una parte sustancial del nacionalismo católico, en tanto que apacigua la lucha de clases fomentada por el capitalismo, por lo que el rol del Estado sería el de equilibrar a los sectores en pugna, buscando la armonía social. Si bien Juan Atilio Bramuglia no era partícipe -al menos en esta etapa inicial- de esta forma de pensar, fue funcional a la misma.
En 1945 se desempeñó durante algunos meses como interventor en la Provincia de Buenos Aires, y desde allí comenzó a articular la vasta coalición de sindicalistas, antiguos socialistas, radicales y conservadores que habrían de apoyar la candidatura presidencial de Perón. Su gestión se truncó por las rivalidades que Perón tenía con los oficiales que recelaban por su ascenso político. En las jornadas de octubre de 1945, cuando Perón fue detenido y transportado a la isla Martín García, Bramuglia tuvo una actitud confusa sobre la presentación de un habeas corpus, reclamado por la entonces novia del coronel, Eva Duarte. Aparentemente, esa fue la causa del encono que le manifestó abiertamente Eva Perón.
Bramuglia aspiró a la gobernación bonaerense y logró el apoyo del nuevo Partido Laborista, pero Perón optó por su compañero de armas Domingo Mercante, en una situación confusa y de la que hay varias versiones, todas recogidas en el libro. También aspiró a ocupar el ministerio del Interior, en el que fue nombrado Ángel Borlenghi -también ex socialista-. Fue nombrado, pues, ministro de Relaciones Exteriores y Culto. Su misión fue la de cambiar la imagen de Perón en el ámbito internacional, ya que se lo identificaba con el fascismo y la simpatía por el Eje durante la segunda guerra mundial. Las credenciales aliadófilas del nuevo canciller contribuyeron a despejar en cierta medida estas sospechas sobre el movimiento peronista en algunos círculos en los Estados Unidos.
Años de descolonización e inicios de la guerra fría, el rol que le cupo a Bramuglia en ese contexto no fue menor. Por un lado, mantuvo una agria disputa con el embajador argentino ante la ONU, el doctor José Arce, de raigambre conservadora, quien se alineó junto a los países árabes en contra de la partición de la administración de Palestina, a fin de crear el Estado de Israel. Bramuglia, por su parte, estuvo de acuerdo con ese plan -apoyado, por otra parte, por los Estados Unidos y la Unión Soviética-. Finalmente, la Argentina se abstuvo en esa crucial votación como resultado de las desavenencias dentro del gobierno peronista. El canciller, asimismo, se opuso a la gira de Eva Duarte de Perón por Europa, especialmente su viaje a la España del generalísimo Franco en tiempos en que este régimen estaba aislado, por obvias razones políticas. Esto distanció aún más a la esposa del presidente del ministro de Relaciones Exteriores.
Esta manifiesta enemistad, señala Raanan Rein, se puede advertir en la prensa de la época: los medios peronistas -y en especial el diario Democracia, que respondía a Eva Perón- evitaban toda mención del canciller, en tanto que sus actividades sí eran informadas por los diarios independientes como La Nación y La Prensa.
El gran éxito diplomático de Bramuglia fue la razón de su ocaso: cuando la Argentina ocupó la presidencia del consejo de seguridad de la ONU, en pleno bloqueo soviético a Berlín occidental, el canciller ocupó personalmente el sitial. Hizo gestiones permanentes para apaciguar los ánimos en lo que fue la primera manifestación directa de la guerra fría. Su papel fue reconocido por los diplomáticos de las naciones involucradas y el mismísimo presidente Perón lo recibió al retornar. Sin embargo, fue este protagonismo el que lo llevó a tener que salir del gobierno, ya que Perón no toleraba ser opacado por ninguno de sus funcionarios. En 1949, durante un duro altercado con el embajador argentino en Estados Unidos en presencia de Perón, Bramuglia renunció.
Es sumamente probable que Bramuglia albergara intenciones de suceder a Perón en la primera magistratura. No lo olvidemos, Bramuglia era un político y esa es la ambición natural de todo hombre que aspire al poder.
En vano intentó volver a ocupar una función en los años siguientes; Perón no lo recibió recurriendo a excusas dilatorias. En 1955 fue detenido por el gobierno peronista en las jornadas de septiembre, en pleno desarrollo del nuevo golpe de Estado, ya que se sospechaba su proximidad a las fuerzas opositoras. Con Perón en el exilio, Bramuglia comenzó la organización de un partido político que nucleara a los peronistas, la llamada Unión Popular. Fue el primer intento de un "peronismo sin Perón". El gobierno de Aramburu, no obstante, no tuvo la habilidad de vislumbrar el futuro, llevando adelante una torpe persecución a todo el movimiento peronista que sólo sirvió para que una buena parte de la ciudadanía argentina añorara y mitificara al líder depuesto.
Esta la etapa en la que Juan Atilio Bramuglia se enfrentó con sus limitaciones: aspiraba a remplazar a Perón, pero el ex presidente seguía manejando los hilos desde el exilio con suma habilidad. La Unión Popular no llegó a presentar candidatos ni para la convención constituyente de 1957 ni para los comicios generales de 1958, entrampado en la lógica que supo imponer Perón a los "neoperonistas", enfrentados con los peronistas de línea dura. En 1961 Bramuglia visitó a Perón en España -irónicamente, su casa se ubicaba en la calle Arce, en homenaje al diplomático que tantas jaquecas le provocó al canciller- y, en estas entrevistas, parecía que el ex presidente daba su bendición al jefe de la Unión Popular. Mas al retornar Bramuglia a la Argentina, se encontró con que Perón bendijo a Andrés Framini con la candidatura gobernador bonaerense, desplazando la posible nominación de Bramuglia... Una vez más, Perón se burlaba acremente de su antiguo canciller, quien murió a los pocos meses.
Algunas reflexiones sobre Juan Atilio Bramuglia. En primer lugar, es un buen ejemplo de la movilidad social ascendente de algunos países de América del Sur, como Argentina y Uruguay, en donde con esfuerzo y tesón era posible que un niño que se vio obligado a trabajar para sustentar a su familia, llegara a graduarse como abogado y doctor en Jurisprudencia. El Partido Socialista, por su escaso desarrollo fuera de los grandes núcleos urbanos, no era un canal fluido para las ambiciones políticas de gente talentosa como Bramuglia o Borlenghi.
Discrepo con Raanan Rein en que el peronismo podría haber sido una fuerza reformista de carácter socialdemócrata. Este espacio político ya estaba ocupado por el Partido Socialista. Perón, ni por su formación, ni por su carácter tenía intenciones de llevar adelante una socialdemocracia al estilo europeo, ni tampoco creía en la creación de un partido político articulado y moderno. Su liderazgo era verticalista y autoritario, y el partido político institucionalizado es una cierta limitación al poder. El ideario de Perón -con todos sus vaivenes y guiños a todo el espectro ideológico- se puede ubicar en un nacionalismo populista como el que se fue desarrollando en los años treinta en Argentina. Su objetivo era disciplinar, aplacar el espectro de una revolución socialista, organizar desde las alturas del poder a la sociedad argentina.
Más allá de estas diferencias de enfoque, el trabajo de Raanan Rein, al igual que sus libros anteriores, son sumamente útiles para comprender el pretérito argentino y debe hallarse en la bibliografía de consulta de todo especialista.

Raanan Rein, Juan Atilio Bramuglia. Buenos Aires, Lumiere, 2006. ISBN 987-603-000-0

domingo, 9 de enero de 2011

"Entre la torre de marfil y el compromiso político", de Osvaldo Graciano.

Entre la torre de marfil y el compromiso político, con el subtítulo de Intelectuales de izquierda en la Argentina, 1918-1950, es un extenso y meditado trabajo de Osvaldo Graciano, fruto de su tesis doctoral. Está centrado en los itinerarios de toda una generación de profesionales egresados de la Universidad de La Plata, desde los tiempos de la reforma universitaria hasta la primera presidencia de Perón.
Las etapas, pues, son claramente discernibles: un primer tiempo que transcurre desde la reforma universitaria hasta el golpe de Estado de 1930. La segunda es desde la irrupción militar en 1930 y sus sucesores conservadores, hasta junio de 1943.
La tercera es, entonces, desde el golpe de Estado de 1943 y la implantación de la doctrina nacionalista católica y la primera presidencia de Perón, heredero ideológico y político de la asonada militar.
El primer período estuvo caracterizado por la renovación de ideas en los claustros de la Universidad, dejando a un lado el positivismo que predominó en el siglo XIX, por otras corrientes filosóficas que surgieron a comienzos del XX, con autores como Henri Bergson, José Ortega y Gasset y José Enrique Rodó, entre otros. Fue, también, una etapa en la cual los estudiantes comenzaron a participar activamente en los centros de estudiantes y los consejos académicos. Esta actividad no se quedó limitada a las aulas, ya que muchos de ellos actuaron en iniciativas literarias y teatrales, revistas académicas y centros de estudios. Dos figuras descollaron: Alejandro Korn, desde la filosofía, y Alfredo Palacios como decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, posición desde la cual bregó por el constitucionalismo social y el latinoamericanismo. También fue singularmente notoria la presencia de Pedro Henríquez Ureña.
El golpe de Estado de 1930 tuvo como consecuencia las intervenciones en las universidades y la anulación de la reforma universitaria, por lo que muchos profesores y graduados comenzaron a afiliarse en el Partido Socialista -algunos ya militaban en el anarquismo-. Palacios retornó al PS, del cual había sido expulsado, y otros como Alejandro y su hijo Guillermo Korn, Carlos Sánchez Viamonte, Julio V. González (hijo de Joaquín V. González), Adolfo Mouchet llegaron a ocupar cargos partidarios o bancas legislativas en los años treinta. Unieron su actividad intelectual al compromiso político para defender la democracia representativa y evitar la caída de la Argentina en el fascismo. Sintieron simpatía por la causa republicana española, adhirieron a las agrupaciones antifascistas como Acción Argentina y propugnaron el retorno a la reforma universitaria. Sánchez Viamonte fue un activo propulsor del socialismo fabiano y de las ideas de la planificación central de la economía, tanto en las aulas como en su escaño en el Congreso.
Desde esta vinculación al Partido Socialista, impulsaron conferencias, cursos y obras teatrales para la ilustración de los obreros, siendo ejemplo de ello el Teatro del Pueblo de Puerto La Plata, luego clausurado por el gobernador conservador Manuel Fresco. Entre 1941 y 1943, Alfredo Palacios llegó a ser rector de la Universidad, desde la cual impulsó la investigación y la creación.
Con el golpe de Estado de junio de 1943, observaron que la Argentina iba a contramano de lo que estaba ocurriendo en el resto del mundo con el retroceso de las potencias fascistas. Numerosos profesores fueron expulsados de sus cátedras y fueron reemplazados por nacionalistas católicos, en consonancia con la doctrina impulsada por el gobierno nacional. Muchos profesores y estudiantes fueron perseguidos por las autoridades imperantes, situación que continuó durante los gobiernos de Juan Domingo Perón. En esta tercera etapa analizada en el libro, estos intelectuales de izquierda reflexionaron el porqué de la adhesión de los obreros a la política peronista. Profesores como Francisco y José Luis Romero habían perdido sus cátedras y debieron seguir sus carreras académicas en el exterior; otros, como Orfila Reynal, se exiliaron y trabajaron en emprendimientos editoriales como el Fondo de Cultura Económica.
Se puede o no estar de acuerdo con las ideas de esta generación de intelectuales platenses, pero es claro que fue un grupo fecundo y de gran preparación y solidez. Sus iniciativas, pues, quedaron truncas y cuando retornaron a las aulas, luego de la caída de Perón, la universidad, la Argentina y el mundo eran muy diferentes al período de entreguerras.
El libro es interesante, ya que es complejo escribir una obra sobre una generación de intelectuales, y arroja luz sobre períodos poco explorados.

Graciano, Osvaldo, Entre la torre de marfil y el compromiso político. Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2008. ISBN 978-987-558-135-7