Marcelo T. de Alvear es una figura que resulta difícil de ubicar para la historia de la Unión Cívica Radical, por su contrapunto con Hipólito Yrigoyen, que figura en el panteón de ese partido político. Ya sea por sus orígenes familiares como por su estilo de vida, tan cosmopolita, no provoca el grado de adhesión que despiertan otros líderes políticos, aun cuando su gestión presidencial fue ordenada, sin sobresaltos, entre los dos períodos en los que el primer magistrado fue Yrigoyen.
Es inevitable, al leer esta biografía escrita por Leandro Losada, compararla con la de Félix Luna, tan vibrante como militante en sus tiempos juveniles. Y ambos resaltan, ante todo, la faceta del Marcelo T. de Alvear como presidente del radicalismo en los años treinta. Losada lo reitera con prudencia: es la etapa en la que se cuenta con documentación personal de él, a diferencia de su período como presidente. Y el historiador utiliza documentos para investigar, por lo que la ausencia de correspondencia personal del período 1922-1928 o escasez no le permiten desarrollar adecuadamente su labor. Y si bien en esta biografía hay más dedicación que las escasas páginas que le dedicó Luna, los dos capítulos sobre su presidencia dejan sabor a poco, puesto que uno de ellos está abocado al antipersonalismo, y no a su gobierno. Como suele ocurrir, los presidentes que vienen de un mismo partido político intentan, dentro de márgenes acotados, diferenciarse de su antecesor. Alvear lo hizo con un cambio de estilo, por su propia personalidad, así como alentó la formación del antipersonalismo, aunque sin jugarse por esta nueva corriente política. Esa ambigüedad deliberada le permitió navegar en aguas turbulentas e incluso llegar a ser el presidente de la UCR de raíces personalistas, heredero de Hipólito Yrigoyen, en los treinta. Pero no le resultó suficiente para retornar a la primera magistratura. Desde la distancia, expresó su apoyo al golpe de Estado de 1930, pero tuvo la precaución de volver a Argentina varios meses después y de no ser el candidato oficial del general José Félix Uriburu. Optó, sí, por retornar al radicalismo, contando con el apoyo de Yrigoyen.
El autor desarrolla, con acierto, una búsqueda de las coordenadas ideológicas de Alvear en los años treinta, aquella "tormenta del mundo", como la denominó Halperín Donghi. Fue liberal, demócrata y republicano, en un tiempo en el que esas posturas sonaban anacrónicas, decimonónicas, de una época remota y superada. Fue liberal, apegado al constitucionalismo y las libertades fundamentales, con aproximaciones al liberalismo reformista europeo de los años 20. Se alejó de los dogmatismos porque era político, sabía de las concesiones que se deben hacer en los planos agonal y arquitectónico, como dirigente de un partido político que sumó voluntades heterogéneas en torno a la verdad del sufragio como gran bandera. Se ubicó entre Alem e Yrigoyen, las dos figuras icónicas de la UCR, y fue difícil cuestionar a Alvear por haber sido, precisamente, uno de los entusiastas que estuvo en las jornadas iniciales de la Unión Cívica de la Juventud en el Jardín Florida. Como presidente del radicalismo, hasta sus días finales, fue un político que caminó en el barro, recorrió barrios y pueblos, tuvo el contacto cívico que no llevó adelante para alcanzar la primera magistratura en 1922.
Alvear simbolizó, en los años treinta, a la Argentina que parecía desvanecerse por un régimen sostenido por el fraude electoral sistemático, una farsa del orden constitucional, en el que había elementos simpatizantes del fascismo como el gobernador Manuel Fresco, pero que no ocuparon el centro de la escena. Frente a la tentación de los colosos totalitarios que parecían estar ganando al mundo, se mantuvo fiel a los principios fundacionales del radicalismo y de la Constitución nacional, manteniéndose lejos de quienes coqueteaban con los idearios colectivistas de moda en esa época. Quizás haya ganado los comicios presidenciales de 1937, cuestión que el autor no analiza.
El libro es una actualización de temas, de cuestiones, de un personaje: abre las puertas a más investigaciones con nuevas perspectivas, de dos decenios sumamente dinámicos de la historia argentina, que han sido desdeñados por la historiografía ocupada en épicas políticas posteriores.
Leandro Losada, Marcelo T. de Alvear. Revolucionario, presidente y líder republicano. Buenos Aires, Edhasa, 2016.