La corrupción de un ángel es el último libro de la tetralogía El mar de la fertilidad, cuyo hilo unificador es el personaje del juez Shigekuni Honda como testigo. Última obra de Mishima y publicada en forma póstuma -ya que se suicidó en su fallido intento de asonada por la restauración plena del poder imperial-, se advierte que tiene contradicciones en un mismo párrafo o bien un ritmo alborotado, quizás pistas del estado de tensión interior de Mishima en aquellas jornadas previas a su muerte.
Mishima tiene admiración por el mal y la crueldad, no escatima en cincelar a sus personajes con el perfil más perverso y maquinador, que gozan en la desgracia propia y la autodestrucción más degradante. En esta novela, el ya anciano juez Honda decide adoptar como hijo al adolescente Tōru para dejarle su fortuna, además de brindarle educación, inserción en la sociedad y una nueva forma de vida. En el instante de conocerlo, percibió un destello de maldad en este joven.
Comienza un juego de dos personalidades que avanzan uno sobre el otro, aguardando sus respectivas muertes, mientras Honda resistía acechado por una vejez que le pesaba a diario, y Tōru con un destino de muerte prematura que ignoraba de sus sucesivas transmigraciones.
Yukio Mishima, La corrupción de un ángel.
Esta novela de Naguib Mahfuz está ambientada en el Egipto de Nasser después de la derrota en la Guerra de los Seis Días, de 1967. La atmósfera de la obra es de desconcierto, rabia y frustración, de deseos de revancha en el campo de batalla, que se soñaba inminente. En estas páginas no hay un protagonista descollante, sino varios personajes cuyas vidas están enhebradas por el deseo de alcanzar una posición material que los saque de la desazón y la pobreza, así como se entregan a una vida sexual sin amor ni esperanza. La aspiración de muchos de los personajes es emigrar a Occidente para buscar la satisfacción de una existencia más plena, sin saber muy bien a qué querían dirigirse o, en el caso de las mujeres, la estabilidad matrimonial que les asegurara un futuro sin incertidumbre.
Abundan personajes sin moralidad ni escrúpulos como Hosni Higasi y Ahmad Raduán, ambos de la industria cinematográfica, que juegan con los destinos humanos como si fueran dados, usando los sueños de los más jóvenes, anhelando sólo la satisfacción de su ego sexual.
Mahfuz nos muestra un Egipto laberíntico, de jóvenes profesionales que no hallan la salida a sus tribulaciones, decepcionados ante las promesas incumplidas de la revolución nasserista.
Naguib Mahfuz, Amor bajo la lluvia.
Historia de dos gigantes, Gargantúa y su hijo Pantagruel, dos reyes que disfrutaban de la buena vida, los banquetes, la amistad y la conversación. François Rabelais nos ha legado estos dos libros -el primero fue Pantagruel- en los que el lector se adentra en un mundo de personajes variopintos, una fresca sátira de la Francia de su tiempo.
Rabelais no dudará en reírse de los académicos de la Sorbona, de los clérigos y funcionarios, de los aristócratas. Gargantúa y su padre Grandgousier habrán de derrotar al ambicioso rey Picrócolo en una guerra que comenzó por una disputa entre campesinos y pasteleros. Luego, Gargantúa envió a su hijo Pantagruel a educarse por varios centros académicos de Francia, llegando a ser un gran jurista que logra resolver intrincadas disputas que ya nadie comprendía. Ambos son gigantes pacíficos, pero no por ello cobardes: también Pantagruel derrota al rey Anarco en su propio país, obligándolo a vivir después de la venta de pasta verde. Aparecen personajes pícaros y crueles como Panurgo, ávido de riquezas y proezas sexuales, tan inteligente como inescrupuloso, que sirve lealmente a su nuevo protector.
La obra abunda en situaciones escatológicas: flatulencias, malestares estomacales, el limpiaculos inventado por Gargantúa. Y también viajes insólitos, como el de Epistemón al mundo de los muertos para volver y contar cómo es que se vive en el más allá, o el de Alcofribas en la boca de Pantagruel, en donde pudo visitar varias ciudades y comarcas durante algunos meses.
François Rabelais, Gargantúa y Pantagruel.