Vicente Fidel López (1815-1903), hijo único de Vicente López y Planes -autor del Himno Nacional argentino, presidente provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata tras la renuncia de Bernardino Rivadavia, y luego gobernador de la Provincia de Buenos Aires en 1852 después de la derrota de Rosas- fue un hombre de enorme talento y prodigiosa labor intelectual y política. Pablo Emilio Palermo, autor de la biografía sobre este hombre público, acometió una tarea difícil, como es la de sistematizar en esta obra lo que venía siendo una necesidad.
Como el autor ya escribió una biografía sobre Vicente López y Planes, la concatenación es lógica y necesaria entre ambos libros. Pero aquí vemos cómo el padre se preocupó en forma constante por el hijo que, díscolo, se enroló muy joven en las contiendas políticas de su tiempo, que lo llevaron al exilio en Chile y Uruguay, en tanto Juan Manuel de Rosas fuera el gobernador de Buenos Aires. Habiendo nacido en un hogar en el que la política y los asuntos públicos estuvieron siempre presentes, el joven Vicente Fidel López se sumó a la sociedad literaria de Marcos Sastre y sintió el fuerte influjo del pensamiento de Esteban Echeverría, formando parte de lo que llamamos la Generación de 1837. Por su participación en las contiendas políticas en Córdoba, debió exiliarse en Chile, en donde ejerció el periodismo y la docencia. A pesar de los ruegos de su progenitor, el joven no cejó en su persistencia en labrarse su propio camino, y por ello emigró luego a Montevideo, en donde tuvo una destacada labor como abogado.
La derrota de Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros y el nombramiento de Vicente López y Planes como nuevo gobernador de Buenos Aires, llevaron a que este joven retornara a la orilla occidental del río de la Plata y que, por iniciativa de Justo José de Urquiza, fuese el primero en ocupar el novel ministerio de Instrucción Pública de la provincia. Desde esa cartera y como conocedor del derecho, participó en el debate en torno al Acuerdo de San Nicolás y luego lo defendió en la Legislatura porteña, frente a los embates de Bartolomé Mitre y Dalmacio Vélez Sarsfield, enconados críticos de lo rubricado para organizar constitucionalmente la República. Con firmeza e inteligencia, utilizó su artillería verbal para erigirse en el vocero de ese Acuerdo en un entorno hostil, lo que le significó el ostracismo en su pequeña patria natal durante algunos años. Tras la dimisión de su padre a la gobernación, retornó a Uruguay y ejerció la abogacía, a la vez que daba sus pasos por la investigación histórica. Vicente Fidel López fue, como tantos otros hombres de su tiempo, un hacedor en distintos campos: la política, el derecho, la historia, la lingüística y la literatura. Pero a partir de la década de 1870, Vicente Fidel López retornó a Argentina y tuvo una actuación notable: convencional constituyente en la Provincia de Buenos Aires, diputado provincial y luego diputado nacional, a la vez que Rector de la Universidad de Buenos Aires. Esto no fue óbice para que prosiguiera su labor historiográfica e incluso tuviera un debate con Bartolomé Mitre. En varias cuestiones tomó partido con resolución: el proteccionismo económico, el laicismo, la autonomía municipal, la inmigración, las cuestiones limítrofes con Chile.
Pablo Emilio Palermo rastreó y logró plasmar en la biografía esta acción pública con su vida privada, gracias a su minuciosa investigación de la correspondencia personal. De esos documentos brotan las preocupaciones por su hijo Lucio Vicente López -tal como su padre, otrora, le expresaba sus pesares durante su exilio en Chile y Uruguay-, un calor humano que no se puede vislumbrar en la obra historiográfica ni en el discurso parlamentario. En el decenio de 1880, fue publicada su monumental historia argentina, que tan profunda huella ha dejado en nuestro país.
En 1889, se sumó a la Unión Cívica junto a Mitre, Alem y el joven Francisco Barroetaveña, que cuestionó severamente la política del entonces presidente Miguel Ángel Juárez Celman. Si bien la revolución del Parque, de 1890, fracasó en su propósito, el primer magistrado renunció un mes después, por lo que asumió Carlos Pellegrini para completar el sexenio. En dicha circunstancia, y ante una grave crisis económica, Vicente Fidel López prestó una vez más sus servicios siendo ya un hombre septuagenario y con problemas de audición, esta vez como ministro de Hacienda. Acompañó a Pellegrini en los momentos más agitados, y en su paso por el ministerio se crearon la Caja de Conversión y el Banco de la Nación Argentina; pero debió abandonar la función antes de que el primer magistrado concluyese su mandato. No por ello se alejó del compromiso cívico, colaborando activamente en la creación de la Escuela Libre de Segunda Enseñanza. Pasó sus últimos años recluido con su familia, manteniendo el vigor intelectual y la producción literaria, hasta su fallecimiento en 1903.
Hombre de reflexión y acción, de estudio y de gobierno, Vicente Fidel López precisaba una biografía, y es por ello que damos la bienvenida a este libro erudito, minucioso y documentado de Pablo Palermo, convirtiéndose en un texto de referencia para los lectores sobre la historia argentina del siglo XIX.