lunes, 30 de diciembre de 2019

"Generation Stalin", de Andrew Sobanet

Francia fue y es uno de los más vibrantes centros intelectuales del planeta, y fue también uno de los lugares en Europa occidental donde el Partido Comunista local tuvo arraigo a lo largo de decenios. En este libro, el autor recorre las travesías de cuatro intelectuales que tuvieron militancia activa en el PCF y que contribuyeron poderosamente, con sus herramientas, a replicar y agrandar el culto a la personalidad de Iósif Stalin. Cuatro intelectuales que pusieron su talento al servicio del endiosamiento de un régimen totalitario y de su líder, en campañas coordinadas con la Unión Soviética.
Comienza con Henri Barbusse, autor de una biografía (en rigor, una hagiografía) de Stalin, que fue uno de los eslabones en la configuración del culto a la personalidad del dictador en el período de entreguerras. Barbusse hizo su primer viaje a la Unión Soviética en 1927, cuando se celebró el decenio de la revolución bolchevique, y luego sumó otros periplos en los que se vinculó con Stalin, relación que continuó por vía epistolar. Escribió libros laudatorios sobre la Unión Soviética, Georgia y Stalin, con amplia repercusión -y aprobación previa del departamento de cultura y propaganda del Comité Central del PC soviético- no sólo en la propia URSS, sino también en la cultura francesa. El libro sobre Stalin, severamente criticado por Nikita Jruschov en tiempos de la desestalinización, contenía un retrato legendario de Stalin y sobre su participación en la revolución bolchevique, con actos heroicos inexistentes. Era Stalin un superhombre, heredero legítimo de Lenin. Barbusse tenía un singular talento en teñir de comunista a figuras históricas que nada tenían que ver con el bolchevismo, como Jesús o Gandhi, pero su pluma era una herramienta eficaz para transformar la realidad en una ficción que recibía el aplauso de su sector político.
La gran incorporación a las filas del stalinismo fue Romain Rolland, el Premio Nobel de Literatura de 1915, un militante del pacifismo durante la primera guerra mundial y que se fue acercando a la Unión Soviética y al stalinismo en el período de entreguerras, ante el ascenso del fascismo y el nazismo en Europa. Rolland tuvo un largo viaje desde el pacifismo durante la primera guerra mundial, la adhesión a la no violencia de Gandhi, la crítica a los métodos violentos de la revolución bolchevique, hasta su aproximación a la URSS y, finalmente, su adhesión pública a Stalin y su régimen. El periplo que realizó a la URSS en 1934, organizado por la agencia VOKS, lo transformó en uno de los puntales del culto a la personalidad de Stalin dentro y fuera del régimen. El autor señala que la publicación en 1936 de Retour de l'URSS, de André Gide, provocó una conmoción en el mundo intelectual galo y en las filas del PCF: crítico severo de lo que vio en su viaje a la Unión Soviética, Gide ponía el acento en la pobreza, la persecución al pensamiento crítico, el conformismo, el desconocimiento de cuanto ocurría en el mundo exterior y el culto a la personalidad de Stalin. Lo que agravaba la crítica es que Gide había querido ver, antes de su periplo, en la URSS una tabla de salvación para la humanidad. Rolland salió a embestir públicamente a Gide, una vez más ensalzando a Stalin. Y aquí, sin embargo, encontramos un rasgo de duplicidad de Romain Rolland en el que pone el acento el autor, ya que en sus diarios personales desplegó toda su crítica a la opresión stalinista, la pobreza generalizada en la URSS. Esto significa que, íntimamente, Rolland conocía la realidad que se vivía en el stalinismo de las purgas y los juicios fabricados, así como adhería a lo que Gide se animaba a plantear en público. ¿Por qué esta deshonestidad intelectual y grave falla ética? ¿Temía más al ascenso del nazismo y del fascismo, o bien no se animaba a romper con la maquinaria propagandística soviética y el PCF? Es un dato relevante y a tener en cuenta que el PCF tenía un desarrollado sistema propio de prensa, con periódicos y revistas, que se le volvería en contra en el caso de expresar lo que realmente opinaba sobre la URSS. El Pacto Ribbentropp-Molotov entre la URSS y la Alemania nazi, que significó la declaración de ilegalidad del PCF, también marcó el distanciamiento de Rolland. No obstante, la invasión alemana a la URSS de 1941 colocó al régimen comunista en las filas de los enemigos del Eje, por lo que Rolland pudo callar a su conciencia atribulada, y en sus últimos días de vida en 1944 volvió a formar parte de la pléyade de los intelectuales del PCF. Sus diarios íntimos se conocieron en 1992, cuando ya había caído la Unión Soviética y el marxismo-leninismo entraba en un ocaso temporal.
El tercero de los intelectuales que se analizan en el libro es Paul Eluard, entrando en el período de la posguerra e inicios de la guerra fría. La figura de Maurice Thorez, líder del PCF, recibió también un culto a su personalidad, aunque no como el de Stalin. El PCF elaboró una interpretación histórica que enhebraba al patriotismo francés con el soviético, uniendo a ambos países en un entramado que iba desde el jacobinismo de Robespierre, la Comuna de París y figuras como Jean-Jaurés y Victor Hugo, incluyendo a la Resistencia en tiempos de la ocupación alemana.
En esa clave narrativa que buscaba instalar a Stalin como una figura decisiva de la historia francesa, Paul Eluard hizo el guión del film propagandístico Staline: l'homme que nous aimons le plus, de 1949, en homenaje al septuagésimo natalicio del dictador soviético. El PCF, en sintonía con los dictados de Moscú, pretendía asimilar al Plan Marshall y a la OTAN con la ocupación alemana durante la guerra, en tanto que la URSS representaba no sólo el futuro de la humanidad, sino también a la democracia y el antiimperialismo. 
Paul Eluard se mantuvo fiel a André Breton y el movimiento surrealista hasta 1938; Louis Aragon, en cambio, rompió con Breton para incorporarse al PCF, en el que fue un activo militante y propagandista hasta su muerte en 1982. De este modo, gran parte de su vida política transcurrió bajo el stalinismo en clave gala, siempre sosteniendo la línea -sinuosa y cambiante- del Partido Comunista. A diferencia Thorez, que migró a la URSS antes de la guerra, Aragon sí estuvo en las filas francesas frente a la invasión alemana de 1940. Su voluminosa obra Les Communistes (1949-51 y 1966) es parte de su militancia literaria y partidaria, y las dos versiones presentan variaciones directamente relacionadas con el contexto del comunismo en las etapas del stalinismo tardío y con la URSS posterior a la desestalinización.
De un modo ameno y bien documentado, Andrew Sobanet nos transporta a la obra, las ideas políticas y la militancia partidaria de cuatro intelectuales que orbitaron en el universo del comunismo francés en torno a la figura de Stalin, cimentando el culto a su personalidad en tierras galas. 

Andrew Sobanet, Generation Stalin: French Writers, the Fatherland, and the Cult of Personality. Bloomington, Indiana University Press, 2018.