Yemen, un país con una posición estratégica en el paso marítimo entre Europa y el Océano Índico, ha vuelto a aparecer en los medios de comunicación por la guerra civil en la que está envuelto, con la irrupción del movimiento Huthi que tomó el control de San'a, la capital. La perspectiva occidental tiende a observar los conflictos de Medio Oriente desde una óptica binaria, pero el fenómeno de los Huthi, visto en detalle, escapa a esas simplificaciones.
La familia Huthi, de la que el movimiento toma el nombre, es descendiente del Profeta Muhammad y, en la versión zaydi del Islam, son los que tienen la legitimidad política para gobernar la comunidad musulmana. El zaydismo es una rama de la Shía pero, a diferencia de la imperante en Irán e Irak -Shía duodecimana-, la línea sucesoria es diferente después de la quinta generación desde Alí, el califa yerno de Muhammad. Para los zaydíes, el quinto imám fue Zayd bin Alí, en tanto que para el resto de los shiítas fue Muhammad al Bakit. El zaydismo pone énfasis en la filosofía y el racionalismo, por ello ha tenido una buena relación con la escuela Shafí'i de los sunnitas, que es considerada como la más flexible de las escuelas de jurisprudencia. El centro religioso del zaydismo se ubica en Sa'da, ciudad del norte de Yemen, desde gobernaron los imames zaydíes hasta los años sesenta, cuando se instaura la república. El nuevo régimen republicano se asentó y priorizó las regiones de más recursos de Yemen, dejando olvidadas y marginadas a zonas como el norte, de clima hostil y atravesado por un sistema de tribus -qabyala-, en la predominaba un código de honor colectivo. Yemen, al igual que otros países árabes, tiene un escaso control sobre sus periferias, y el régimen político de Ali Abdullah Saleh se basaba en la cooptación de los liderazgos tribales como una forma de asentar la soberanía y evitar las tendencias centrífugas.
Pero en el decenio de los ochenta comenzó un renacimiento del zaydismo ante el patrocinio que tenía el salafismo en Yemen, que es de la rama sunní del Islam, fomentado tanto por el gobierno como por el wahhabismo de Arabia Saudí. A esto se añadía que muchos yemeníes zaydíes habían viajado, estudiado o trabajado en otros países de la región, por lo que sus perspectivas se ampliaron, así como hubo zaydíes que no eran descendientes del Profeta y que, al incorporar las herramientas de la educación formal, pudieron cuestionar a los liderazgos tradicionales de las tribus. Con la unificación de Yemen en 1990, los Hashimi -descendientes del Profeta Muhammad- formaron el partido Hizb al-Haqq como expresión de los intereses zaydíes, a la par que una red de instituciones civiles conocida como Juventud Creyente, de asociaciones deportivas y de tiempo libre para los jóvenes, sin importar las divisiones sociales o tribales. Allí estaban los hijos del reconocido líder zaydi Badr al-Din al-Huthi, respetados por su condición de Hashimi. De sus vástagos, habrá de ser Husayn al-Huthi quien descuelle por su liderazgo y sapiencia religiosa, envuelto en el prestigio del progenitor.
En 2001, Saleh se convirtió en un aliado de Estados Unidos en la guerra internacional contra el terrorismo, recibiendo en consecuencia apoyo financiero y militar. Husayn al-Huthi cobró notoriedad por sus proclamas contra las intervenciones estadounidenses en Irak y Afganistán, echando culpas a esa nación norteamericana, a Israel y a los judíos en general de estar en una cruzada contra el Islam.
Los autores -tres académicos de prestigiosas universidades- trazan el contorno de la demografía, la topografía, la economía y el mercado de armas en la región boreal de Yemen, subrayando que entre las costumbres del país podemos hallar que la posesión de AK 47, Kalashnikov y lanzagranadas forma parte de una manifestación estentórea de masculinidad. Se suma la frontera porosa con Arabia Saudí y la proximidad de Somalía, corredores en los que circulan armas de origen soviético y chino que quedaron de decenios de guerras civiles. De allí que, además de la escasa presencia del estado central en las regiones periféricas y la confrontación religiosa, hay desde hace muchos una gran proliferación de armamento. El tránsito de la adolescencia a la vida adulta se expresa en la portación de un puñal como un elemento más del atuendo cotidiano.
Desde el centro se manejó el desdén hacia la región septentrional, identificando al tribalismo como feudal y bárbaro, una narrativa que también impulsó la República Democrática Popular de Yemen. Con la acusación de querer restaurar el imamato "reaccionario", el entonces presidente Saleh buscó arrinconar a la familia Huthi y sus partidarios a los márgenes de la política yemení. Saleh es zaydí, pero no proviene de una familia Hashimi. De las tres grandes confederaciones tribales, Saleh pertenece a la Hashidi, la que se ha beneficiado con las funciones gubernamentales. Pero los autores advierten al lector que las identificaciones de tribus con denominación religiosa no son exactas, y que las líneas se entrecruzan en un mar de complejidades.
El gobierno de Yemen, antes y después de la unificación, promocionó al salafismo como un modo de contrarrestar la influencia marxista de los socialistas de la República Democrática Popular de Yemen, así como para balancear a las élites zaydíes. Por otro lado, los trabajadores y estudiantes que habían emigrado a los países del Golfo Pérsico volvían con influencias wahhabíes, muchos de ellos convertidos. Y el wahhabismo pone en cuestión varios elementos del zaydismo, como la preeminencia de los Hashimi, los santuarios y las tumbas de los imames a los que se recordaba con devoción. Los yemeníes practicantes del salafismo formaron el partido Islah, con el que tuvo mucha relación el Congreso General del Pueblo, el partido del presidente Saleh.
El enfrentamiento armado entre el gobierno de Yemen y los Huthi comenzó en 2004. Si bien Husayn al Huthi hacía ardientes proclamas contra Estados Unidos, el Estado de Israel y los judíos, esto no era diferente a lo que abiertamente sostenían otras figuras prominentes del país y del mundo árabe. Pero es muy probable que el presidente Saleh temiera que este líder siguiera cobrando notoriedad y popularidad, sobre todo cuando se había alineado en la guerra contra el terrorismo a partir del 2001, diferenciándose de su neutralidad en la guerra del Golfo de 1990-1991. Indirectamente, lo que afirmaba Husayn al Huthi cuestionaba su carácter de "buen musulmán" y, muy probablemente por este temor, fue arrestado y ejecutado en 2004. A partir de ese momento, comenzó una espiral de violencia que fue escalando entre ambas partes, una guerra interna con atentados, violaciones de los derechos fundamentales y participación armada de Arabia Saudí en 2009 para combatir a los Huthi. El gobierno de Qatar intentó mediar, sin resultado, en 2007. El gobierno yemení acusó a los Huthi de estar sostenidos por Irán, aunque de esto no hay pruebas y, además, el zaydismo difiere teológicamente de la Shia duodecimana. Al morir Husayn, por breve tiempo el movimiento fue encabezado por su padre, pero luego la figura emergente y decisiva fue uno de los hermanos menores, Abd-al Malik al-Huthi, vástago del cuatro matrimonio de Badr al-Din al-Huthi.
Los autores hacen un análisis preciso de la estrategia de contrainsurgencia del gobierno yemení, así como de los Huthi como combatientes, en un contexto complejo en el que las tribus fueron utilizadas como fuerzas paramilitares y en la que también cobró importancia el AQAP, la rama de Al Qaeda de la Península Arábiga, que se desarrolló en los territorios que antes fueron parte de la República Democrática Popular del Yemen. Las líneas se cruzan y entrecruzan, con zaydíes apoyando al gobierno, con salafíes que miraban con recelo al poder central. Si bien el libro concluye en 2010, cuando fue publicado, el escenario se tornó más complejo aún con la salida del presidente Saleh y la formación de un nuevo gobierno, hoy combatiendo contra los Huthi en Aden, tras haber sido capturada la capital. Para desafiar los moldes blanquinegros, ahora las fuerzas leales al ex presidente Saleh apoyan militarmente a los Huthi. Todo esto se está precipitando en una nueva guerra civil y una crisis humanitaria de magnitud en una región inestable.
El propósito del libro es reflexionar desde la complejidad sobre el escenario yemení, a fin de no caer en los simplismos de taxonomías inadecuadas y perjudiciales.
Barak A. Salmoni, Bryce Loidolt y Madeleine Wells, Regime and Periphery in Northern Yemen. The Huthi Phenomenon. Santa Monica, Rand, 2010.
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