Durante la Edad Media europea, algunos viajeros judíos se adentraron en las tierras bajo dominio musulmán en el Cercano Oriente, ya sea con el propósito de comerciar, o bien el de peregrinar a Jerusalem con fines religiosos. Lo interesante de estos periplos es que los judíos no se sentían plenamente parte de ninguno de los dos mundos que se encontraban en el Mediterráneo, el cristiano y el islámico, por lo que sus observadores entre los siglos XII y XVI expresaron sus visiones desde puntos de vista completamente diferentes a los que solemos hallar en viajeros como Marco Polo.
Utilizando las herramientas conceptuales de la otredad, Martin Jacobs incursiona con inteligencia y habilidad quirúrgica en los variados textos que nos han llegado, contando con un amplio abanico de viajeros y, por consiguiente, de perspectivas.
Así, nos encontramos con Benjamín de Tudela, judío español que añora los tiempos de Al Andalus, y que se maravilla con el mundo islámico del Cercano Oriente. O con el rabino Petahyah de Regensburg, ashkenazi, que viaja desde el centro de Europa hacia el Oriente, atravesando las llanuras de Rusia, la península de Crimea y el Cáucaso. Más tarde, con el comerciante Meshullam de Volterra, bastante integrado al estilo de vida italiano y que, como tal, desdeña las costumbres de árabes y judíos que observa en Oriente. Otros textos son de autores anónimos, o bien otros son correspondencia que, afortunadamente, llegó hasta nuestros días. El viajero llega al destino oriental e inevitablemente compara, juzga, selecciona de acuerdo a lo que conoce: los más, ponderan la convivencia de musulmanes y judíos -aunque con sus límites-, en contraste con la actitud de sospecha con la que vivían en la Europa cristiana. Y es que, a diferencia del cristianismo, el Islam sí tiene un espacio para los pueblos con creencias bíblicas, los dhimmi, que si bien debían llevar indumentaria distintiva y pagar la jizya -impuesto personal-, podían practicar el culto en un ámbito acotado. El cristianismo medieval, en cambio, sostenía la idea del deicidio como culpabilización colectiva al pueblo judío, legitimando las persecuciones y conversiones forzosas. Expresión de esto fue la prohibición de habitantes judíos en Jerusalem durante el reino cristiano latino de Jerusalem, disposición cancelada por Saladino tras su conquista de la ciudad. Asimismo, la tensión entre las tres grandes religiones se vivía en los lugares santos, aquellos en los que se solapaban las tradiciones. La actitud islámica, en términos generales, era más permisiva que la de los cristianos en tiempos de los cruzados.
Pero Martin Jacobs también arroja luz sobre otro aspecto fundamental: los judíos europeos observaban con asombro la prosperidad de las comunidades en Bagdad y Alejandría, lo que les brindaba un elemento de seguridad psicológica frente a la situación de amenaza que tenían en los reinos de Occidente. La certeza de que había un exilarca respetado en las antiguas latitudes de Babilonia -siglos antes del cristianismo y el islam-, servía de contrapeso ante las humillaciones cotidianas. Parte de esta certeza eran las leyendas en torno a las tribus perdidas, a las que imaginaciones fértiles ubicaban en la península arábiga, preservando su independencia y con cientos de miles de aguerridos miembros. Estos relatos, que David Reuveni llevó ante la corte portuguesa, animaron a los europeos a buscar aliados frente al común peligro otomano.
El encuentro con judíos no rabínicos como los caraítas y los samaritanos, también llevó a reflexionar sobre esos "otros" no tan distantes, y algunos viajeros los incluyeron dentro de su mundo imaginario, en tanto que la mayoría los clasificó fuera del mismo.
Las referencias a la Cristiandad y el Islam son, claramente, derogatorias: Jesús era "ese hombre" y el profeta Muhammad, "el loco". Los cristianos eran los "incircuncisos" y "edomitas", en tanto que los árabes, los "ismaelitas". Iglesias y mezquitas eran blasfemias, las peregrinaciones cristianas y musulmanas eran de personas confundidas. Pero eran lo suficientemente inteligentes para evitar estas expresiones en público, en un entorno que rápidamente podía volverse hostil, por lo que se mantenían en reserva y viajaban con bajo perfil.
El libro, entonces, nos presenta una mirada diferente sobre el Oriente próximo, distante en tiempo y en perspectiva de aquella que luego se impondrá en Occidente al construir un "otro" oriental pasivo, decadente, fatalista y atrasado.
Martin Jacobs, Reorienting the East: Jewish Travelers in the Medieval Muslim World. Philadelphia, University of Pennsilvania Press, 2014.
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