Los viajes de europeos medievales hacia el Oriente, tierras de fantasía, monstruos y reinos exóticos, fue un género que despertó la curiosidad de los lectores durante generaciones. El nombre de Marco Polo sigue resonando a través de los siglos, como un ejemplo de aquellos que se adentraron en el vasto continente asiático, lleno de peligros y maravillas.
En este texto, la historiadora medievalista Kim Phillips recorre lo que nos legaron aquellos viajeros en sus relatos, trazando similitudes entre ellos, así como distinguiéndolos netamente de las narrativas de los tiempos coloniales posteriores. Comienza desarticulando y estableciendo los límites del "orientalismo" conceptualizado por Edward Said, una construcción intelectual maniquea que, deliberadamente, dejó a un costado aquellos enfoques y estudios que no encajaban en su teoría. Pero el libro de Phillips es previo a la expansión colonial europea, es anterior a muchos estereotipos racistas e imperialistas que fueron elaborados a partir del siglo XVIII para justificar las conquistas militares. Y es, por consiguiente, de enorme interés.
Toma los textos de monjes -Giovanni de Pian di Carpine, Willem van Ruysbroeck, Ricold de Monte Croce, Giovanni de Marignolli y Odorico de Pordenone- o mercaderes -Francesco Balducci Pegolotti, Marco Polo, Niccolo dei Conti-. Algunos de ellos fueron enviados por el Papa; otros, como Ruy González de Clavijo, por el rey Enrique III de Castilla. Otros textos que circularon fueron escritos por falsos viajeros, como Sir John Mandeville, a la vez que se divulgó la carta del Preste Juan, un personaje legendario que tantas fantasías despertó en el mundo cristiano, al suponer que había un par con las mismas creencias en Asia.
Las temáticas que abordó Phillips son variadas y reveladoras: las comidas y las costumbres alimenticias, las mujeres, el sexo, el cuerpo, los monstruos que habitan los márgenes -blemios, monópodos y cíclopes, por ejemplo, a los que la imaginación europea ubicaba en la isla de Taprobana-. Es de remarcar que la actitud de estos europeos no fue la observación desde el atalaya de la superioridad, sino la de hallar un mundo no cristiano pero en el que había otras civilizaciones, siendo de especial relevancia la admiración que despertaba China en tiempos de la dinastía mongola Yuan.
Los mongoles fueron observados con interés por sus capacidades militares y costumbres, algunas de ellas en abierto contraste con los hábitos europeos. Pero lejos de despertar la repulsa generalizada, autores como Hetoum de Armenia buscaron despertar simpatía por este pueblo, ya que el objetivo político era trazar un puente de comunicación con la Cristiandad para enfrentar juntos al Islam.
La aproximación crítica a estas fuentes es digna de ser subrayada, porque muchos de estos autores no escribieron de primera mano estos textos, sino a través de escribas que agregaron descripciones de su propio cuño, como fue el caso con Marco Polo.
Lo remarcable de este libro, entonces, es que nos brinda una visión muy diferente a la que los europeos tuvieron sobre el Oriente en los siglos XVIII y XIX, cuando buscaron justificar la expansión colonial en nombre de la supuesta superioridad intelectual y física del hombre blanco. Porque ni siquiera se intentó justificar una conquista militar en nombre de la religión, como hubiera sido de esperar en tiempos medievales. Y es que estos misioneros, emisarios y mercaderes eran conscientes de la gran capacidad militar de los pueblos asiáticos, del desarrollo social y tecnológico de China, del poderoso despliegue de energías que estaba en ebullición en el Oriente.
Kim M. Phillips, Before Orientalism: Asian Peoples and Cultures in European Travel Writing, 1245-1510. Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 2014.
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