Stephen Fritz se concentra en el núcleo ideológico de la guerra iniciada por el nazismo: la expansión hacia el Este de Europa, particularmente en la Unión Soviética, para incorporar ese vasto territorio al Lebensraum (espacio vital). Este programa significaba la aniquilación de millones de personas que habitaban Ucrania, Bielorrusia, Rusia y el Cáucaso, además de la esclavización de los sobrevivientes. Los dos ejes ideológicos del nacionalsocialismo, que eran el antisemitismo y la expansión territorial hacia el Oriente europeo, se enhebraban en la conquista de la fértil llanura europea de la Unión Soviética.
Y el autor nos pone frente a una cifra para ubicarnos en la dimensión de este aspecto de la segunda guerra mundial: ocho de cada diez alemanes que combatieron, murieron en la guerra del Este, la Ostkrieg. La invasión de Checoslovaquia y de Polonia eran pasos previos a esta expansión gigantesca, así como el ataque e invasión de Francia en 1940 fue para evitar una conflagración en dos frentes simultáneos, con el objetivo de repeler rápida y decisivamente a sus enemigos occidentales.
Lo cierto es que Adolf Hitler se dejó llevar por sus propias concepciones ideológicas al suponer cómo se comportarían sus enemigos: la primera, que los británicos se unirían a la Alemania nazi en la guerra contra la Unión Soviética, una guerra librada por anglosajones y germanos contra los pueblos eslavos. La segunda, la inferioridad racial de los eslavos, que serían rápidamente vencidos por los arios germanos genéticamente "superiores"... La tercera suposición errónea, era que el régimen stalinista se desmoronaría como un castillo de naipes. La Blitzkrieg fue efectiva en territorios reducidos, como Polonia y Francia, mas no tuvo el mismo efecto en la operación Barbarroja en suelo soviético. Asimismo, las tropas soviéticas eran numéricamente superiores a lo que los alemanes suponían, y se resistieron con denuedo frente al invasor.
La limpieza étnica del Generalplan Ost suponía la muerte de unos treinta a cuarenta y cinco millones de soviéticos, considerados "inútiles", y deberían perecer de hambre o por ejecución. A esto se agregaban los dos millones de judíos que mayormente vivían en la parte europea de la URSS, por lo que se enviaron los Einstazgruppen para llevar adelante fusilamientos masivos. También se sumaron los médicos que en Alemania habían empleado prácticas de eutanasia contra personas con discapacidad y enfermos, llevando consigo las técnicas del envenenamiento con gas. El plan implicaba la limpieza étnica, la repoblación con elementos germánicos, la desurbanización y la construcción de una gran muralla en los Urales, la Wehrgrenze, para contener a las hambrientas masas asiáticas, eslavas y judías... Cabe acotar que el espacio del Lebensraum ya había sido ocupado durante 1918 tras el acuerdo de Brest-Litovsk, por el cual el régimen bolchevique llegaba a un pacto de paz con el Imperio Alemán tras abandonar la región más fértil del fenecido Imperio de Rusia. Esta anexión fue incluso teorizada por el político nacionalista alemán Alfred Hugenberg, de quien se nutrió Hitler, que nunca fue un actor original. No obstante, aquella ocupación no significó limpieza étnica, sino la creación de estados satélites para alimentar a los países centrales y continuar la Gran Guerra.
Con esta invasión al suelo soviético, Stalin se alió al Reino Unido y luego a los Estados Unidos para enfrentar al enemigo común. Los occidentales contribuyeron decisivamente al sostén de la URSS a través del sistema de Lend-Lease, proveyéndole de armas para hacer frente a las hordas germánicas. La virulencia de la Ostheer, empeñada en el exterminio y esclavización, sólo podía ser respondida con igual grado de violencia, sin posibilidad de zonas grises. Ambas partes, pues, se entregaron a la guerra total.
Esta invasión puso en evidencia las falencias del ejército alemán, que no sólo era sobrepasado numéricamente por las tropas soviéticas, sino también su falta de equipos militares para tamaña conquista. El voluntarismo de Hitler, enceguecido dogmáticamente por su utopía racial, lo condujo a situaciones catastróficas como la batalla de Stalingrado, sacrificando cientos de miles de soldados alemanes en un enfrentamiento sin sentido estratégico, desviándose de su objetivo de ocupar el Cáucaso, región petrolera. Cuando los Aliados desembarcaron en África, luego en Italia y finalmente en Normandía, la multiplicación de frentes debilitó aún más a la Alemania nazi.
Paradojalmente, la guerra total significó la importación de mano de obra esclava de los países eslavos hacia Alemania, llegando a contabilizarse casi ocho millones en las fábricas, así como la utilización de los prisioneros judíos en los campos de exterminio, agotándolos hasta la muerte. Los nazis, obtusos en la creencia de una conspiración planetaria judeo-bolchevique-capitalista, estaban convencidos de librar una guerra por la supervivencia de su raza frente a los soviéticos y estadounidenses, ambos manejados tras las sombras por el judaísmo. De allí que, a partir de 1943, la guerra se transformó en una contención frente al avance de las tropas enemigas, esfuerzo inútil en el que se entregaron con mayor furia al exterminio sistemático de los judíos en los centros de aniquilación.
Consecuencia no buscada, sí hubo en Europa oriental y central una recomposición étnica: los alemanes se vieron expulsados de varios países al finalizar la segunda conflagración planetaria, reduciendo su territorio a favor de Polonia y la URSS. Por la Shoá y la deportación de los prusianos, Polonia pasó a ser un país étnicamente homogéneo, Checoslovaquia expulsó a los alemanes de los Sudetes y desapareció la otrora floreciente comunidad judía de Praga. Y Stalin logró sovietizar a varios países de Europa central y oriental durante cuarenta años, imponiendo un sistema de satélites que le permitió dominar grandes porciones del Viejo Continente durante la guerra fría.
El despliegue hacia el Oriente de Europa es sólo comprensible a través de la utopía racial que se sostenía en la pseudociencia de la eugenesia, una guerra con fines ideológicos para crear un vasto imperio colonial que tuviera la fuerza para enfrentar a enemigos externos del futuro. Esta guerra de la Volksgemeinschaft alemana, entendida como un desafío del darwinismo social más desquiciado y delirante, sepultó millones de personas en el mundo, introdujo técnicas de aniquilación masivas y redujo a cenizas las concepciones de la jerarquía racial.
Stephen Fritz, Ostkrieg: Hitler's War of Extermination in the East. Lexington, University Press of Kentucky, 2011.
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