El autor se centra en un escenario infrecuente de la Gran Guerra, como es el de la región de Galitzia, anexada en 1772 al Imperio Austríaco, y que permanecerá dentro de la órbita de los Habsburgo hasta la caída de la monarquía danubiana en 1918. Señala que, a su criterio, se ha prestado enorme atención al desarrollo del frente occidental durante la primera guerra mundial, así como a la batalla de Tannenberg, pero que se ha descuidado por completo al escenario bélico en Galitzia durante la Gran Guerra.
El itinerario parte de un análisis del ejército austro-húngaro, soporte de la dinastía y que se inspiraba en el patriotismo en torno a la institución imperial. De allí que pudieran convivir en su seno distintas nacionalidades y religiones: alemanes, húngaros, rumanos, eslavos y judíos. Pero así como había logrado formar un ejército común para todo el Imperio (Kaiserliche und Königliche Armee), uno para Cisleitania (Landwehr) y otro para Hungría (Honvéd), comenzó muy tardíamente su modernización y preparación para una conflagración de magnitud, ya que tanto el kaiser Francisco José, el heredero al trono Franz Ferdinand y los oficiales se habían quedado anclados a tradiciones militares que habían quedado obsoletas con respecto a las innovaciones tecnológicas de 1914. El ejército era, además, un mecanismo de ascenso social que estaba atrayendo a las clases medias del Imperio, integrador en su patriotismo dinástico, y que miraba con recelo al nacionalismo y al socialismo. Pero la fuerza militar, a pesar de ser un sostén esencial para los Habsburgo, recibía escaso presupuesto y, como consecuencia, no estaba a la altura para combatir con sus vecinos. El autor pone el acento, también, en los obstáculos que colocaron los políticos húngaros durante años, que demoraron fatalmente la modernización de las fuerzas armadas. Los escándalos por el espionaje ruso en las filas austrohúngaras -el caso de Alfred Redl fue desastroso para la inteligencia militar-, contribuyeron a debilitar letalmente las posibilidades del Imperio en la conflagración contra la monarquía zarista.
De acuerdo a Schindler, el príncipe Franz Ferdinand era sumamente hostil hacia la modernidad en general, anclado en una visión religiosa que le impedía observar y comprender los cambios sociales y políticos del siglo XX y sus innovaciones tecnológicas. Asimismo, subraya su rechazo hacia los magiares, con lo que eventualmente su reinado también hubiera despertado tensiones en el Imperio. Una sucesión de errores del general Oskar Potiorek en Sarajevo, promotor de la visita del príncipe Franz Ferdinand con el objetivo de ganarse su apoyo para el más alto mando del Ejército, llevó al asesinato del archiduque y su mujer en circunstancias evitables. El kaiser Francisco José aceptó el destino fatal de la guerra contra Serbia y, como respuesta inmediata, con el Imperio Ruso. Con el apoyo explícito del kaiser alemán, los austríacos plantearon una serie de exigencias humillantes para el Reino de Serbia, concluyendo en el desenlace bélico. Tanto en las filas del ejército como en la opinión pública, el fervor patriótico se despertó y acompañó el llamado a las armas, incluso en la población checa, vista como la más escéptica y de dudosa lealtad.
Ya en combate, el ejército austro-húngaro comenzó a padecer severas pérdidas por sus debilidades materiales, no por falta de valor de sus soldados. Y, a diferencia de lo que muchos actores de ese tiempo sostuvieron, los soldados de orígenes eslavos combatieron a la par de los alemanes y magiares. Pero la falta de conocimiento del terreno enemigo, la superioridad numérica y de artillería de las tropas rusas, fueron elementos que golpearon duramente a las tropas del Imperio Austro-Húngaro. En la región de Galitzia, limítrofe con el Imperio Ruso y con una abrumadora mayoría de población rutena y polaca, el ejército zarista tomó la ciudad de Lemberg/Lwów/Lviv en los inicios de la guerra. Esto significó un impulso importante para la propaganda rusa, así como un presagio nefasto para el Imperio Austro-Húngaro. Y es que las dos dinastías apostaban a un triunfo resonante en esta conflagración para asegurar el futuro, sacudidas por los tironeos de las minorías nacionales. En las primeras semanas de combate en Galitzia, los austro-húngaros tuvieron más de 400 mil bajas, entre muertos, heridos y prisioneros, casi la mitad de las tropas enviadas a frenar el avance ruso en esa región. Estas pérdidas tan severas, así como la incompetencia de los oficiales para organizar al ejército, colocaron a Austria-Hungría bajo la órbita del Imperio Alemán, ya que oficiales prusianos comenzaron a tomar el mando.
De este modo, el pilar del patriotismo dinástico de los Habsburgo se fue desmoronando durante la Gran Guerra, descomponiéndose en disputas nacionales al carecer de oficiales que hablaran las lenguas de los soldados que comandaban, transformándose en un mero apéndice del Reich alemán. El último kaiser austríaco, Karl, a pesar de sus intentos de encontrar un camino hacia la paz con las naciones aliadas, comprendió fatalmente que estaba atado a la suerte del Imperio Alemán, y sucumbió con él. La derrota en Galitzia, pues, fue un golpe letal para el Imperio Austro-Húngaro, del que sólo los prusianos pudieron sacarlo levemente al recuperar Lemberg en 1915, perdiendo el protagonismo militar.
John R. Schindler, Fall of the Double Eagle: The Battle for Galicia and the Demise of Austria-Hungary. Lincoln, Potomac Books, 2015.
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