Mansiones verdes narra una historia en la que se entretejen lo natural y lo sobrenatural, sin que los límites queden claros. Se ubica geográficamente en la Guayana venezolana, y su protagonista, Abel, es un aristócrata venezolano que debe huir de Caracas al hallarse involucrado en una conspiración política. Inteligente y culto, se vincula con las comunidades indígenas del lugar, hasta que su visión racionalista lo lleva a traspasar y desafiar el tabú sobre un bosque prohibido. Sin saberlo, Abel rompe un equilibrio tenso y desata una serie de calamidades que le deja un estigma en su pasado. De prosa dinámica, amena, Hudson introduce amablemente al lector en un universo teñido por lo fantástico, y va de la mano del protagonista buscando desentrañar enigmas.
Hudson era un autor preocupado por la colisión entre la naturaleza y la civilización; mas en este libro, la puja es entre una humanidad depredadora y la naturaleza. Esa humanidad se halla en conflicto consigo misma, en la que no hay matices étnicos en su enfrentamiento con el entorno natural: blancos e indígenas se hallan enfrentados en sus mismas comunidades, buscando resolver las disputas con el uso de la violencia. A la naturaleza no se la conoce sino superficialmente, sólo desde lo estrictamente utilitario, para alimentarse y crear medicinas, pero no se la comprende en sí misma ni se la contempla en su belleza. Esa naturaleza no es un idilio, porque en ella hay un ciclo inacabable de vida y muerte, pero el humano se introduce de un modo exterminador.
Rima, la joven enigmática, expresa la última posibilidad de una convivencia con la naturaleza, conocedora intuitiva de sus secretos y códigos, pero que sufre por su singularidad. Por ello se interroga sobre quién es y por qué, a diferencia de los otros que sólo tienen una concepción utilitaria del entorno natural.
Pero Hudson no hace un llamado a que la civilización se destruya: de algún modo, invita a reflexionar para que la humanidad se humanice y que la civilización se civilice, que hagan suyas las herramientas del análisis racional sin perder la mirada poética, aproximándose a ese entorno que le permite descubrirse a sí mismo.
Como en La era de cristal, hay en Hudson una exploración del mito del paraíso perdido, de ese jardín idílico en el que reinaba el asombro. De algún modo, él lo vivió en su casa natal de los 25 Ombúes.
W. H. Hudson, Mansiones verdes. Buenos Aires, Leviatán, 1995.
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