viernes, 3 de enero de 2020

"El ocaso de la república oligárquica", de Martín O. Castro.

El libro de Martín Castro recorre la historia política argentina en los inicios del siglo XX, cuando Julio A. Roca deja su segunda presidencia y comienza un proceso de profundas mutaciones dentro de las fuerzas conservadoras. Y lo hace con criterio analítico, erudición, respaldado con amplia documentación, manteniendo un buen ritmo para el lector. La tarea comienza con la crisis del PAN o Partido Nacional en 1901, cuando el entonces senador y ex presidente Carlos Pellegrini se distancia del presidente Julio Roca, con motivo del debate por la unificación de la deuda. En esas tensas jornadas de discusión parlamentaria, la opinión pública despertó y salió a las calles para expresar su desacuerdo con vehemencia. Roca retiró el proyecto del Congreso, y Pellegrini se sintió desairado en su defensa del mismo. Martín Castro le otorga especial significación a este debate parlamentario, por las consecuencias que tuvo tanto para la unidad del Partido Nacional, claramente hegemónico desde 1880 en Argentina, como para expresar el descontento de buena parte de la opinión pública. A su criterio, este fue el detonante de la reforma electoral de 1902 que impulsó Roca, de circunscripciones uninominales, que contó con el ministro Joaquín V. González como principal expositor del Poder Ejecutivo. El debate parlamentario de la reforma electoral de 1902 no sólo contemplaba el establecimiento de circunscripciones uninominales para la elección de diputados nacionales, electores de presidente y electores de senador nacional por la Capital Federal, sino también el voto secreto, nuevas sanciones ante su incumplimiento y el sufragio para los extranjeros que fueran propietarios o profesionales universitarios -esta última modificación fue rápidamente dejada de lado por los diputados-. Para Martín Castro, el eje de esta reforma fue el estado de la opinión pública en 1901 y la ruptura del Partido Nacional. La fragmentación del sistema de partidos en Argentina, sumado a que el sistema de lista completa bloqueaba el acceso de las minorías al Congreso, llevaba a un juego de personalismos y facciones que el Partido Nacional utilizaba para neutralizar a algunos sectores opositores a través de acuerdos para integrar listas comunes, como era el caso con la mitrista Unión Cívica Nacional. 
Carlos Pellegrini creó el Partido Autonomista en 1903, en tanto que el mitrismo se reagrupó en el Partido Republicano, liderado desde 1902 hasta 1909 por Emilio Mitre. Julio Roca tenía las riendas del Partido Nacional, que en rigor no era una formación orgánica y estructurada, sino una alianza de situaciones provinciales y gobernadores. Ante la proximidad de una nueva elección presidencial, el oficialismo propició la llamada "Convención de notables", en la cual se elegiría una fórmula de consenso. El pellegrinismo intentó, en vano, tomar el control de esa convención, que terminó impulsando la candidatura de Manuel Quintana para el sexenio 1904-1910.
El autor analiza la configuración del gobierno de Quintana, el realineamiento de las fuerzas opositoras en la Capital Federal -el pellegrinista Partido Autonomista y el mitrista Partido Republicano, que forman la Coalición Popular-, la influencia de diarios como La Nación y La Prensa, así como el retorno a la lista completa con la reforma electoral de 1905. El fallecimiento del primer magistrado y el ascenso de Figueroa Alcorta a la presidencia entre 1906 y 1910, retrata el desmantelamiento del sistema roquista y la agonía del PAN, sostenido por los gobernadores provinciales. El presidente Figueroa Alcorta busca apoyos en el antirroquismo en el universo conservador, sumando a figuras como Estanislao Zeballos y Roque Sáenz Peña, así como promovió a personas de su cercanía. 
Fue Roque Sáenz Peña quien logró tejer una alianza de sectores unidos en su rechazo a Julio Roca y su sistema partidario: antiguos juaristas, políticos católicos, sectores empresariales que no habían contado con el apoyo roquista. De este modo, Sáenz Peña formó la Unión Nacional aunque no logró organizarla como partido político orgánico. Los gobernadores provinciales acompañaron con reticencia, sin presentar un candidato alternativo.
Los partidos de cuadros, "orgánicos", eran la Unión Cívica Radical y el Partido Socialista. El primero se estaba reorganizando desde 1903 e hizo una revolución en 1905 contra Manuel Quintana, infructuosamente, aunque logró mostrar la capacidad operativa del partido. Los socialistas, por su parte, no lograban salir del ámbito estrecho de la ciudad de Buenos Aires.
La Ley Sáenz Peña, que estableció el voto obligatorio y secreto y el sistema de lista incompleta, supuso un intento de "regeneración moral" que alentaban los sectores antirroquistas, que veían en Roca la suma de todos los males: los católicos, desde la moral; los conservadores antirroquistas, como una reparación histórica al ser desplazados durante tantos años. Fue la acción del presidente Sáenz Peña la que posibilitó que el Congreso aprobara su reforma, que fue puesta en vigor a partir de las elecciones legislativas de 1912. 
Las fuerzas conservadoras, en su conjunto, fueron incapaces de amalgamarse en torno a un solo partido político común, ya que comenzaron a competir entre ellas, lo que favoreció el triunfo de la UCR en sucesivos comicios. La creación del Partido Demócrata Progresista fue puesta en jaque por el gobernador bonaerense Marcelino Ugarte, sin advertir que se abría un nuevo escenario político con las reglas del juego que habían cambiado. 
Un libro necesario y recomendable para comprender esta etapa de grandes mutaciones de la vida política argentina, cuya lectura sugiero para adentrarse en la complejidad de nuestra historia.

Martín O. Castro, El ocaso de la república oligárquica. Buenos Aires, Edhasa, 2012.

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