Comprimir una vida tan intensa como la de Bartolomé Mitre, con una trayectoria que que entrelazaba la política, el periodismo y la labor del historiador, requiere poner el acento en aquello que para el autor es significativo. En este sentido, este texto sumamente recomendable de Eduardo Míguez pone el acento en la etapa formativa -personal e intelectual- de Mitre en la orilla oriental del Plata, pudiendo haber optado por la ciudadanía uruguaya y, seguramente, alcanzado también la primera magistratura. Pero prefirió el suelo en donde tuvo lugar su natalicio, y desplegó una existencia política intensa durante medio siglo, con un protagonismo que fue menguando, pero jamás al punto de la irrelevancia o el olvido. Muy por el contrario, a medida que su partido político se iba desdibujando en el Acuerdo con el PAN de Julio Roca, la figura simbólica de Mitre se realzaba hacia el final de sus días.
Miembro de la llamada Generación del 37 en exilio de Montevideo, Chile y Bolivia, supo tomar contacto con las ideas de Mazzini y Garibaldi, con quienes se sintió identificado. De allí se puede rastrear su posición conciliadora de lo republicano y lo liberal con lo nacional, tan propia de mediados de la centuria decimonónica, hasta que el nacionalismo se volcó hacia expresiones autoritarias y exclusivistas. El republicanismo de Mitre se distanciaba de las posturas más escépticas de Sarmiento y, sobre todo, de Alberdi; y si bien no avanzó en la práctica en medidas favorables por la limpieza del sufragio -de hecho, utilizó los mecanismos habituales de su época-, siempre fue un elemento constante en su discurso.
El itinerario vital de Mitre entremezcla lo político con lo intelectual, su pasión por la acción con la avidez de lectura y conocimiento. Esa ambición la pudo plasmar en su inicio como vocero de la causa porteña tras la batalla de Caseros cuando, desde su banca en la Legislatura provincial y director del diario Los Debates, se plantó frente al Acuerdo de San Nicolás, marcando un hito en su carrera política. Mitre buscó siempre, y esto lo subraya Míguez, fundar sus acciones en principios políticos: no siempre pudo lograrlo, y las más de las veces debió acomodarse a las contingencias de los acontecimientos. Los actores políticos se encuentran en un tiempo y en una geografía de la que no pueden huir, y con los elementos disponibles, Bartolomé Mitre se propuso armonizar su visión de porteño con la de argentino, en una época en la que la nacionalidad era una aspiración abstracta, en la que pesaban más las identificaciones provinciales que con la de una República en plena etapa formativa. De allí, entonces, que fuera liberal a la vez que nacionalista, en el sentido de que no formaba parte de aquellos grupos porteños que aspiraban a la independencia de su provincia, frente a la Confederación Argentina. Y que, como gobernador de la Provincia de Buenos Aires y vencedor en la batalla de Pavón, en 1861, respetó a Urquiza como gobernador entrerriano, en lugar de aprovechar ese triunfo militar para provocar la secesión porteña. Desde esa perspectiva, no resulta sorprendente que la palabra "nación" resultara tan ligada a su vida pública: fundador de los diarios "La Nación Argentina" y luego, en 1870, "La Nación", que su fracción política durante un tiempo se llamara "nacionalista" -que, a la vez, en ese juego fluido de los partidos decimonónicos argentinos alternara con las denominaciones de "liberal" o "Partido de la Libertad"- y, tras la separación de la Unión Cívica, su agrupación se denominara "Unión Cívica Nacional".
Eduardo Míguez explora, con acierto, la construcción que Bartolomé Mitre hizo de sí mismo como figura política e intelectual, y que sus historias de Belgrano y San Martín fueran plataformas narrativas para su acción, probablemente viéndose a sí mismo como un continuador y eslabón en la constitución de esa Nación Argentina. De hecho, así lo recordamos, como primer presidente constitucional de la Argentina unificada, labor que se fue consolidando durante los períodos de la organización nacional, hasta que el Estado nacional se solidifica en los años 1880, con Julio Roca en la primera magistratura.
Subraya el autor que Mitre en varias oportunidades, tras salir de la presidencia en 1868, debió seguir los pasos de sus seguidores y se vio involucrado, con más o menos visibilidad y protagonismo, en las revoluciones de 1874, 1880 y 1890, logrando salir de todas ellas. De estos acontecimientos y turbulencias, su partido fue exponiéndose como una visión ante todo porteña, con escasa proyección
hacia el interior del país.
A mi criterio, Míguez establece claramente la responsabilidad de Bartolomé Mitre y del gobierno de la República Argentina en la Guerra del Paraguay, remarcando el espíritu bélico de Francisco Solano López, su invasión a la provincia de Corrientes y cómo se lo combatió en suelo argentino. También los límites del gobierno nacional del presidente Mitre, ya que el grueso de las tropas las aportó Buenos Aires, y cómo era síntoma de que aún no existía un concepto acabado de nacionalidad en las latitudes sudamericanas. Este habrá de ser, hasta la actualidad, uno de los temas con los que las corriente del llamado revisionismo histórico han atacado a la figura de Mitre.
Bartolomé Mitre fue amigo y luego rival de Sarmiento; fue rival y luego cercano a Urquiza; fue rival y luego socio político de Roca. Defensor del laicismo, se unió electoralmente a los sectores católicos en 1886, para hacer un frente común ante la candidatura presidencial de Miguel Ángel Juárez Celman. En esos juegos de la competencia siempre procuró mostrarse en equilibrio, manteniendo un liderazgo de un sector representativo de Buenos Aires. Su figura se agigantó en los años 1880, y llegó a barajarse seriamente su candidatura presidencial en 1892, como una transacción de unidad entre el Partido Autonomista Nacional y la Unión Cívica Nacional. Roca en gran medida contribuyó a crear la imagen del Mitre "patricio", la de un prócer nacional que debía ubicarse en el Panteón de los grandes argentinos.
El libro es altamente recomendable por su mesura, documentación, interpretación de los matices y búsqueda honesta en los pliegues de una personalidad compleja, consciente de su rol histórico y de sus propias ambigüedades.
Eduardo Míguez, Bartolomé Mitre. Buenos Aires, Edhasa, 2018.
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