Partiendo de darwinistas sociales como Ernst Haeckel, Wilhelm Schallmayer y Alfred Ploetz, antropólogos como Hans Friedrich Karl Günther (1891-1968) escribió sobre la jerarquía racial, colocando a los nórdicos en la cima. Los eugenecistas de diferentes universidades del mundo se hallaban reunidos en la International Federation of Eugenic Organizations, tenían publicaciones académicas y realizaban congresos internacionales. De estos círculos académicos fueron reclutados varios miembros de la SS, que puso en marcha los planes de limpieza étnica y exterminio en Europa Oriental. El territorio polaco, invadido en 1939, fue el espacio en donde comenzaron a aplicar la concepción de segregación racial, expulsión de la población y reclusión en ghettos de los judíos, política que estuvo a cargo de Heinrich Himmler.
Esta ingeniería social era también aplicada con los "arios": la lógica de la eugenesia llegaba a planificar los matrimonios y, en un contexto de guerra, también debía contemplar la reproducción de los miembros de la SS, que se concebían a sí mismos como una "élite biológica". Se consideraban la "vanguardia racial" de la Volksgemeinschaft germana. Para contraer matrimonio y tener descendencia numerosa, los miembros de la SS y sus mujeres debían pasar por varios exámenes médicos. Con el ingreso de Alemania en la guerra, las exigencias debieron relajarse y se buscó que cada SS tuviera, al menos, un hijo antes de caer en batalla.
Para ocupar el "espacio vital" (Lebensraum) de acuerdo al Generalplan Ost, no sólo debían ser eliminados los judíos de los países bálticos, Rusia europea, Ucrania y Bielorrusia, sino también unos treinta millones de eslavos. Los sobrevivientes serían sometidos a una vida de semiesclavitud al servicio de los germanos. Para este repoblamiento se hizo propaganda entre holandeses y noruegos, ambos países invadidos en 1940, pero que eran considerados como germánicos. Los autores señalan que las ideas de la eugenesia eran rechazadas en gran medida en los Países Bajos, en contraste con lo que ocurría contemporáneamente en Alemania.
Aproximadamente unos cinco mil "pioneros" holandeses se establecieron en Ucrania, Bielorrusia y los países bálticos entre 1941 y 1944. Se entendía que los Países Bajos estaban sobrepoblados, por lo que muchos campesinos habrían de necesitar tierras en el Este europeo. Como, además, la concepción del imperio germánico se fundaba en una población mayormente rural -las ciudades eran sitios de perdición-, el plan de repoblamiento con holandeses era congruente con lo buscado. Alfred Rosenberg, ministro de los territorios ocupados en el Este, autorizó a la Nederlandsche Oost Compagnie a iniciar los estudios para poblar con holandeses, y bajo su esfera se establecieron allí esos miles de trabajadores. Mientras en los Países Bajos se lograron reclutar unos 30 mil hombres para combatir en el frente oriental, y unos diez mil entre los flamencos de Bélgica, sólo unos cinco mil se enlistaron en Noruega.
A instancias de Darré, se inició el reclutamiento de escandinavos para la SS: los dos primeros inscriptos estaban lejos del paradigma de la raza superior: uno tenía sobrepeso, el otro pie plano, y ambos tenían problemas con el alcohol.
En la fantasía ideológica de Günther y Darré, los noruegos acudirían a poblar Rusia y Ucrania tal como lo habían hecho sus antepasados, por lo que sería un retorno al hogar. Aseveraban que estos modernos "vikingos" serían los más aptos para asentarse en las fronteras del Lebensraum, ya que su espíritu aguerrido habría de contener a las "hordas asiáticas". Más allá del escaso eco que tuvo el nacionalsocialismo en Noruega, eran tratados con el máximo respeto por la SS debido a su "pureza racial", y cientos de jóvenes recibieron educación en la región del Wartheland, en la Polonia invadida y anexada. En la cosmovisión racista de la SS, primaba la idea del Blutsgemeinschaft, la "comunidad de sangre".
Otros miembros del Eje también se sumaron a la ideología racista, cada uno aplicándolo de un modo elástico a su propia conveniencia. Los gobiernos de ultraderecha en Rumania, Hungría y Croacia, así como los letones y estonios colaboracionistas, se las ingeniaron para hacer grandes acrobacias argumentales. El nazismo los precisaba como aliados y todos ellos compartieron su antisemitismo y rechazo a los gitanos, pero elaboraron variantes locales. Los croatas agregaron a los serbios a la lista de los rechazados; los rumanos y los magiares se miraron con suspicacias; en tanto que los estonios y letones fueron además antirrusos. Movimientos inspirados en el fascismo como la Guardia de Hierro de Codreanu, y la Ustasha croata, pusieron un gran empeño en un antisemitismo que solía superar al de la SS. Pero también inventaron, como fue el caso de la Ustasha, la categoría de "arios honoríficos" para salvar la situación de unos pocos de sus miembros que tenían orígenes judíos.
Toda la ingeniería social del nazismo apuntaba al exterminio de millones de personas a las que en su taxonomía racista ubicaban como "indeseables" o "infrahumanos". Pero a pesar de todos sus intentos por justificarse, es claro que eran concientes de cometer un asesinato en masa: no se atrevieron a decirlo abiertamente, ni siquiera en la Conferencia de Wannsee, ni tampoco Hitler dejaba órdenes por escrito, siendo todas de carácter verbal. Como todo colectivismo, se impuso una visión rígida, estrecha, miserable y aborrecible de la existencia humana.
Anton Weiss-Bendt, Rory Yeomans et al., Racial Science in Hitler's New Europe, 1938-1945. Lincoln, University of Nebraska Press, 2013.
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